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sábado, 2 de febrero de 2019

Mantenimiento de la fobia social



La fobia social es uno de los trastornos de ansiedad más discapacitantes y peor diagnosticados, presentando una prevalencia anual en la Unión Europea del 1,2%,algo mayor en mujeres que en varones.


Fase de mantenimiento de la fobia social

Una vez que se ha desarrollado la fobia social ya sea  de forma progresiva o repentina  esta irá aumentando en intensidad .
El temor a la actuación y a la relación con otros ya no será sólo la exposición a la situación social temida la que desencadenará una respuesta de alerta o alarma generalizada , sino que el mero hecho de imaginarla tendrá una respuesta similar.
Poniendo  en marcha un proceso en el que cada respuesta, o grupo de respuestas, actúan como estímulo desencadenantes de una o más de las que le siguen.


Así pej , en el
contexto somático tendrá lugar la activación neurovegetativa y muscular

En el ámbito cognitivo se produce:

  • La recuperación de información memorizada que puede provenir tanto de la propia experiencia como de la transmisión de información, la retroalimentación previa proporcionada por personas significativas, las creencias, el modelado o los supuestos y atribuciones sobre tales situaciones.

  • La activación de las supuestas  expectativas negativas sobre la propia actuación y las consecuencias que le seguirán.

  • La intensificación de la atención selectiva o focalización de la atención en las señales externas e internas que se perciben como amenazas, la cual terminará produciendo un doble efecto:
  • el refuerzo de la imagen negativa que tienen los fóbicos sociales de sí mismos
  • y la intensificación del carácter peligroso atribuido a la situación.

Ambos efectos interactuarán entre sí y con el miedo al descontrol de las propias respuestas (y su efecto: la evaluación negativa), desencadenado por la activación de los supuestos, creencias y expectativas disfuncionales relacionadas con la situación temida.

Todo ello llevará al sujeto a interpretaciones erróneas y negativas como pej el hecho de que por esa evitación no ocurrieron  las consecuencias temidas, así como al procesamiento sesgado de la información relativa a la situación.

Así mismo, los componentes fisiológico y motor previamente activados incrementarán la intensidad de la respuesta.

Todo ello interfiere tanto con la percepción e interpretación de los estímulos como en la producción de respuestas en cualquiera de los tres sistemas (cognitivo, fisiológico y motor), manteniendo o incrementando la insatisfacción con la propia actuación y con la imagen que se cree que produce en los demás el comportamiento propio.

Como ya hemos indicado, con las respuestas de escape parcial o total :

  • se reduce o elimina la ansiedad a corto plazo, es decir, la sensación de pérdida de control,
  • la ruborización o la aparición de temblores delante de otros,
  • así como el estado de inquietud y de malestar generados por el pensamiento relativo a la posibilidad de quedarse sin saber qué decir ni qué hacer.

AISLAMIENTO SOCIAL

Finalmente, el sujeto acaba con la necesidad de evitar siempre que se den tales situaciones, lo cual le llevará al :

Aislamiento social y a todas las consecuencias negativas que de este hecho se derivarán.

El aislamiento se presenta como un estado de evitación pasiva («Si no estoy no me sucede; si no actúo, si no me relaciono no me encuentro mal») que pasa a ser una variable relevante para poder comprender el mantenimiento del trastorno.

Las negativas reiteradas a las invitaciones para salir, así como el hecho de no atender las llamadas de los cada vez más escasos amigos, para evitar compromisos que pudieran llevar a incrementar la probabilidad de relacionarse con otros, terminan extinguiendo tanto las llamadas de los otros como sus intentos de instigación.

Cada vez resulta menos probable que el sujeto se exponga a las situaciones temidas .

El aislamiento introduce al sujeto en un círculo infernal a cuyo mantenimiento también contribuyen otros efectos que resultan igualmente desastrosos:

  • tal es el caso del incremento cada vez mayor de la intensidad del miedo a la exposición
  • y del deterioro de las destrezas que hacen posible la actuación y la relación social.

Dar esa respuestas de escape también produce efectos negativos reales en las personas frente a las que actúan .

Aquellos que actúan de esta manera son percibidos frecuentemente como distantes, fríos, poco amables y menos corteses, e incluso como engreídos y agresivos; percepciones que también contribuirán a su aislamiento social.

Lo que no saben los interlocutores, compañeros y demás personas que se relacionan de un modo u otro con una persona con fobia social es que ésta se encuentra generalmente pendiente :

  • de que no se le note el sudor,
  • de no perder el control,
  • de no quedarse sin saber qué decir,
  • de la manera en que el otro lo mira o cree que lo mira,
  • de comprobar si el otro sonríe o no cuando se espera que lo haga, procurando no mirar mucho a los ojos del interlocutor o hablarle poco,....

y todo ello ocurre en el mismo tiempo en el que, además, se pretende ensayar lo que se dirá a continuación no es de extrañar que los otros los vean «raros» y se fijen todavía más en él o ella, lo cual pondrá más nervioso al fóbico social, atrayendo más aún la atención de sus interlocutores. Estos hechos intensificarán generalmente la interferencia con su actuación, haciéndoles aparecer todavía más «raros», en el mejor de los casos; igualmente hace que los fóbicos sociales aparezcan también ante sí más torpes, aumentando la atención que se prestan a sí mismos. Esto incrementará la producción de las respuestas que generan, desarrollan y mantienen el estado de temor hasta que se opta por la solución aparentemente menos mala:
huir de allí tan pronto y rápido como sea posible y, en el futuro, evitar tales situaciones tanto como se pueda.


Ello les llevará una y otra vez a la confirmación de las expectativas negativas sobre la actuación y/o la relación social, así como a la intensificación de las respuestas de ansiedad preatencional.

La cadena de hechos descrita va configurando la «impresión» que tienen los fóbicos sociales sobre el modo en que los perciben los demás , la cual pasará a engrosar el almacén de las interpretaciones negativas y erróneas que participan del mantenimiento del problema que nos ocupa.

Esta «impresión», que va actualizándose en función de la información a la que se atiende, interactúa con las hipotéticas exigencias o normas estrictas y rígidas de comportamiento que el niño y el adolescente construyen idealmente, presuponiendo que rigen en la(s) situación(es) social(es) temida(s).

En la construcción de la «impresión», evidentemente vivida como cierta, participan de modo directo tanto la información almacenada en la memoria como la generada por el pasado inmediato. Esta última está modulada :
  • por el tamiz del estado que generan las respuestas somáticas que se teme puedan ser percibidas por los otros.
  • Los sentimientos que tales respuestas generan en el marco del miedo al descontrol que vive la persona con fobia social,
  • los «errores» propios «detectados» y magnificados,
  • las reacciones «paradójicas» (que se rían cuando se espera que permanezcan serios, por ejemplo),
  • las relativas a los gestos de contrariedad y desacuerdo
  • o la ausencia de reacción (permanecer en silencio, por ejemplo), etc., percibidas todas ellas e interpretadas de manera catastrófica.

La valoración de esta «impresión» puede resultar un indicador indirecto importante para estimar tanto la intensidad del miedo al descontrol, a la evaluación negativa, como la de la propia focalización de la atención, lo que estimamos relevante de cara al pronóstico de la eficacia de la (auto)exposición.

Lllegados a este punto, independientemente de cómo se actúe, la interpretación será negativa porque se magnificarán indicios mínimos y se habrán pasado por alto señales contundentes relativas a un comportamiento social adecuado, sólo se atiende aquello que se teme no al conjunto de lo que realmente está aconteciendo.

Algunas de las causas por las que esto sucede son:

  • el hecho de negar o no valorar la retroalimentación positiva que proporcionan los otros porque ésta se encuentra en contra de los supuestos de exigencia y rigidez normativa de los que se parte y a los que se da más credibilidad,

  • La escasez de retroalimentación contingente que provea señales claras, concretas, sobre el modo como se actúa.

Esta precariedad lleva a que, frente a la incertidumbre generada por la carencia, se elabore la percepción de sí mismo en relación con las creencias sobre cómo se piensa que lo ven los demás. A ello hay que añadir el hecho de que si se quiere obtener más información sobre cómo te perciben los demás, ésta hay que obtenerla exponiéndose más tiempo y de forma más intensa a las relaciones sociales, es decir, utilizando estrategias que hagan más propicio profundizar en la relación, lo cual requiere dar información sobre uno mismo, pedir retroalimentación sobre cómo se ha actuado, etc.,... pero esto es precisamente lo que se intenta evitar a cualquier precio.

Por último,

  • el procesamiento disfuncional se produce también porque la capacidad de prestar atención que tenemos los humanos es limitada.

Ha de estar atento tanto a lo que va decir como a lo que le está ocurriendo y a cómo reaccionan o actúan los demás, pero como todo ello resulta muy difícil, e incrementa la probabilidad de cometer más errores, al final se opta por prestar más atención a lo que se estima más urgente, las señales externas e internas que, al ser percibidas como amenazas, hay que intentar controlarlas para reducir/eliminar el riesgo de que ocurran las consecuencias temidas, aquello que sólo con pensar en ello hace sufrir: verse y sentirse rechazado, humillado,... evaluado negativamente.

Finalmente, como ya hemos indicado, todo ello confirmará e incrementará en el sujeto sus interpretaciones negativas erróneas, así como sus expectativas negativas y la propia ansiedad preatencional, lo que quedará archivado en su recuerdo y volverá a activarse cada vez que se tenga que actuar ante otros o relacionarse con ellos, que recuerde situaciones sociales temidas, las imagine u oiga hablar de ellas.

En este momento el círculo se ha cerrado. El proceso responsable del mantenimiento de la fobia social ha completado su ciclo y pasa a retroalimentarse a sí mismo, a consolidarse y generalizarse cada vez más. Cuantas más veces lo pase  mal el sujeto, mayor consolidación; en cuantas más situaciones distintas se produzca, mayor generalización. Y cuanto más consolidado y generalizado esté el trastorno, más aislamiento y sufrimiento. Es decir, por si todo lo dicho fuese poco, durante este proceso de generalización y consolidación, de aislamiento y soledad, también se produce un decremento de la autoestima, generalmente acompañado de un sentimiento de vergüenza; una merma de la destreza en la aplicación de las habilidades de actuación y relación social, por desuso; hay un incremento de la indefensión y la soledad que puede llevar a estados depresivos graves e incluso al suicidio, como consecuencia del deterioro del contexto y la estructura psicosocial (abandono de estudios, pérdida de puestos de trabajo y dependencia económica crónica de la familia, abuso de sustancias tóxicas legales e ilegales, etc.), que finalmente consumará el deterioro de los factores de protección y, en paralelo, producirá un incremento de los factores de vulnerabilidad. Y todo ello será asociado con la incompetencia social, por lo que también pasará a formar parte del material mnésico que se activará cuando se haya de actuar o relacionarse ante o con otros.

Pero, para colmo de males, pedir ayuda y recibir tratamiento conlleva exponerse

Este  acto se demorará y demorará hasta que el deterioro personal y la interferencia en la actividad social sea extrema, incrementándose así el sufrimiento propio y ajeno y el tiempo del tratamiento de forma desproporcionada

Fuentes

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