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lunes, 1 de abril de 2019

Fase de la génesis de la fobia social



En esta fase nos ocupamos del conjunto de factores que el modelo presupone como predisponentes o precipitantes del inicio de la fobia social. Es decir, se incluyen las principales variables y grupos de variables cuya interacción resulta altamente propiciatoria para la génesis o inicio de la fobia social.

En muchas personas con ansiedad social se da una especial sensibilidad ante la crítica y la desaprobación que ha podido verse potenciada por factores de aprendizaje en la infancia y acentuada en la adolescencia. Esta ansiedad, se manifestará con distinta intensidad y duración en cada persona en función de variables biológicas y psicológicas.

Variables biológicas
Parece existir una preparación biológica evolutiva para temer expresiones faciales de ira, rechazo y crítica, facilitándose así las jerarquías que dan lugar al orden social.

Entre las variables sensibles a factores biológicos suelen citarse:

  • Capacidad innata para reconocer la amenaza social y responder ante ella.

  • Alta activación fisiológica, que dificulta la habituación a situaciones amenazantes o no familiares, lo que propicia su evitación.

  • Inhibición conductual en la infancia (mayor miedo y timidez ante personas o situaciones desconocidas, mayor ritmo cardíaco en reposo, mayor dilatación pupilar, mayor tensión muscular y aceleración cardiaca ante situaciones nuevas o estresantes). Esta alta activación fisiológica facilita el condicionamiento del miedo, suponiendo un factor de riesgo para desarrollar trastornos de ansiedad en la vida adulta (especialmente, fobia social generalizada). Sin embargo, el ambiente juega un papel fundamental, como muestra que sólo un tercio de estos niños presenten ansiedad social en la adolescencia, hablar únicamente con las personas conocidas, rigidez corporal o hablar poco.

Variables psicológicas
Algunos factores de la propia experiencia pueden interactuar con la vulnerabilidad biológica y propiciar la ansiedad social al originar en la persona la sensación de pérdida de control ante distintas situaciones. Estos factores experienciales pueden resumirse en:

  • Unos padres sobreprotectores, muy exigentes o poco afectuosos, que emplearan un estilo educativo basado en la vergüenza o rechazo de los hijos con inhibición conductual, lo que interferiría en la relación padres-hijos, dificultaría la independencia, la confianza y la competencia social, y promovería una gran necesidad de aprobación, perfeccionismo y creencia en que los demás son siempre críticos y fiscalizadores.

  • La falta de experiencias y habilidades sociales.

  • La observación de experiencias sociales negativas o ansiedad social en los padres o personas significativas puede facilitar la aparición en los hijos de preocupaciones y conductas similares.

  • Un cambio de circunstancias (laborales, familiares, escolares, de residencia) puede implicar la necesidad de enfrentarse a las situaciones temidas desbordantes (Ej. relacionarse con gente nueva).

  • Experiencias negativas en algunas situaciones sociales (burlas, castigo, marginación, etc.) pueden elevar el miedo ante otro tipo de situaciones sociales distintas.

  • Distintas circunstancias estresantes (laborales, familiares…) o factores accidentales (enfermedad, cambios hormonales…) pueden provocar que se manifieste ansiedad o algunos de sus síntomas somáticos en situaciones sociales.

  • El desarrollo excesivo de la conciencia del sí mismo en el final de la infancia o inicio de la adolescencia puede acarrear timidez y autoevaluación excesivas, desarrollándose el miedo a ser objeto de evaluación y la tendencia a focalizar en exceso la atención sobre uno mismo (sobre los propios pensamientos, actos, apariencia, etc). Infravalorarse puede agudizar la timidez, provocar una gran necesidad de aprobación, y atribuirse a uno mismo mayor responsabilidad ante los fallos que ante los éxitos.

Desde este modelo, la fobia social se presupone como el resultado de la intervención de una o más modalidades de aprendizaje que pueden intervenir de forma aislada o combinada, mediando la interacción entre un contexto social negativo y un conjunto de variables organísmicas cuya implicación generaría un alto potencial de vulnerabilidad .
Esta interacción mediada tendría como efecto la aparición y posterior delimitación de un patrón de respuestas de ansiedad que inicialmente surgiría como una reacción puntual y adaptativa ante una situación social vivida como una amenaza para la integridad del sujeto, pero que, posteriormente, se consolidaría como consecuencia del número o la intensidad de los ensayos realizados y se generalizaría a otras situaciones sociales, por asociación, transformándose, así, su función de adaptativa a desadaptativa.

Son para nosotros variables relevantes en el contexto social negativo los modelos humanos que, siendo significativos para el sujeto, manifiestan de forma directa o indirecta su aversión a la relación/actuación con/ante personas ajenas al ámbito íntimo o muestran su identificación con otras personas que las evitan, porque ello predispondrá primero al niño, pero también después al adolescente y al adulto, a actuar de modo similar en situaciones equivalentes

Desde los postulados del modelo explicativo que proponemos, la existencia de antecedentes familiares relacionados con la ansiedad social también puede influir , tanto de forma directa como a través de la transmisión de información, es decir, teniendo el sujeto conocimiento de la manera de comportarse de otras personas de su ámbito familiar en tales situaciones .
La existencia de estos precedentes actuaría también en el medio social-familiar activando el mecanismo favorecedor del incremento de la comprensión hacia el chico o la chica; tal incremento de la comprensión llevaría aparejado, generalmente, el refuerzo positivo de las respuestas de escape y evitación y, así mismo, tal precedente actuaría muy a menudo como elemento que restaría importancia al trastorno y favorecería la demora de la solicitud de ayuda profesional.

Otras variables propias del contexto familiar que pueden contribuir a la predisposición de la aparición del trastorno son:

  • la estimulación social deficitaria

  • el aislamiento social de la familia

  • el empleo de la vergüenza como método de control,

  • Los problemas familiares

  • o la existencia de problemas psicopatológicos en los progenitores, porque todo ello hará que el clima familiar no sea el más propicio para servir de apoyo ni al niño ni al adolescente, en su tránsito por el aprendizaje de los comportamientos que darán lugar a un sujeto calificado como adulto “ equilibrado”

La transmisión de información puede ejercer su influencia tanto desde el contexto familiar como desde los centros educativos La primera y los segundos son depósito y fuente de creencias, supuestos sin contrastar, atribuciones erróneas, etc., que también desempeñarán su papel llegado el momento. En el caso concreto de la familia, este papel se puede estar desempeñando desde edades muy tempranas; así, por ejemplo, tenemos los casos en que se dan instrucciones cuyo contenido respecto a «la peligrosidad de los otros» es exagerado y, por lo tanto, con un alto potencial desadaptativo, porque se fundamentan y organizan en torno al refuerzo negativo de la relación con, y de la actuación ante, extraños.
La familia, cumpliendo una de sus funciones básicas, intenta preservar y prevenir a sus miembros más vulnerables de la amenaza que pueden suponer los extraños. Pero si la única o principal estrategia es «¡que el miedo guarde la viña!», es decir, «evítalo, escapa lo antes posible para que no te ocurra nada», entonces estará propiciando el desarrollo de la vulnerabilidad psicológica que puede favorecer, en el futuro, la génesis y el desarrollo de la fobia social. El papel de la transmisión de la información en la prevalencia de la fobia social, en función del sexo, estimamos que puede ser muy relevante , de hecho, los datos epidemiológicos indican que por cada varón con fobia social hay al menos dos mujeres que la padecen . De igual modo, cuando se hace uso de narraciones orales o lecturas cuyos contenidos muestran tanto el peligro de la relación y actuación social como de su prevención mediante respuestas de escape y evitación, se está propiciando también el desarrollo de la vulnerabilidad del modo descrito; aunque en ocasiones el impacto de los contenidos transmitidos a través de las lecturas y las narraciones orales puede ser de menor intensidad que el relativo a las instrucciones proporcionadas directamente por adultos significativos, no es menos cierto que en todo caso están generando efectos en la misma dirección.
La manera en la que los adultos se relacionan con los niños se muestra relevante
tanto en los primeros meses de su vida  como en su desarrollo posterior.

Los estilos educativos tales modos de proceder se postulan cruciales aquí en relación con el continuo vulnerabilidad-protección respecto a los trastornos de ansiedad, en general, y de la fobia social, en particular.

En el contexto escolar constituyen factores de vulnerabilidad tanto la inadecuación del comportamiento de los profesionales de la enseñanza como la situación de aceptación e integración en la que se halla el niño o el adolescente , dentro del contexto psicosocial que determinan los grupos socioafectivos de referencia como, por ejemplo, la pandilla.

Respecto al primero, la formación y entrenamiento previo del personal responsable del/la niño(a), chico(a) en los centros educativos puede ser también muy relevante, porque su conocimiento del curso evolutivo humano en estas edades, unido al mayor o menor dominio de las destrezas implicadas en las habilidades sociales, marcarán su relación con los niños y adolescentes y la percepción que estos últimos guardarán de aquélla. Las carencias en estos ámbitos, así como la información proveniente de teorías pedagógicas fundamentadas en supuestos erróneos, constituyen otras dos fuentes más de peligro potencial porque incrementa la probabilidad de que actúen de manera inapropiada (empleo inadecuado de refuerzo negativo, uso indiscriminado del castigo, extinción de conductas adaptativas, etc.), con los efectos que ello acarreará en sus alumnos más vulnerables

Nuestra propuesta contempla también otros eventos propios de un contexto social negativo que pueden predisponer o actuar como factores precipitantes del inicio de la fobia social: 

  • Entre éstos se hallan los cambios de residencia (no sólo de un país a otro, sino también de una ciudad a otra dentro del mismo país e incluso de un barrio a otro dentro de la misma ciudad.

  • la hospitalización repentina a edades tempranas cuando se impide a los familiares acompañar a sus pequeños.

  • los abusos deshonestos,

  • la hostilidad y el rechazo parental

  • todas las exposiciones abruptas, mediante inundación, a situaciones que pueden resultar altamente estresantes como, por ejemplo, el cambio de centro educativo o la relación/actuación forzada ante y con extraños.

Variables organísmicas que conllevan vulnerabilidad elevada
En el ámbito de las variables organísmicas que entrañan una vulnerabilidad elevada nuestro modelo propone establecer cuatro grandes grupos:

  • los determinantes biológicos,

Los determinantes biológicos que contemplamos pueden tener un carácter evolutivo o no evolutivo.
                  Evolutivos    hacen referencia a los que nos afectan a todos, pero que, en general, aparecen y desaparecen de nuestras vidas sin tener efectos negativos

Entre los determinantes biológicos evolutivos, de naturaleza transitoria, se hallan las respuestas de temor/escape ante la presencia/actuación/relación con extraños, las cuales, dependiendo de cómo se resuelvan, también constituyen variables que conllevan vulnerabilidad elevada . Otro tanto ocurre con la ansiedad de separación de los padres o, en su defecto, de otros seres queridos significativos .

                    No evolutivos   
Están referidos a variables como el sexo ,la inhibición conductual , la preparación biológica  o la imagen física.

Entre los determinantes biológicos no evolutivos se hallan tanto los del pasado como los actuales; así, el sexo muestra una proporción de al menos dos chicas por cada chico con fobia social en los estudios epidemiológicos realizados con muestras comunitarias , la inhibición conductual también puede tener su propio peso en el incremento de la vulnerabilidad  ocurriendo otro tanto con los efectos desadaptativos que produce el adelanto o el retraso en el desarrollo físico en relación con el grupo cultural de referencia o la propia imagen física  que en la edad adolescente es un factor muy importante, así como todo lo que puede influir en el deterioro de la imagen física, como los problemas de salud y sus secuelas plásticas (obesidad, acné virulento y cicatrizante, psoriasis, exceso de vello en las chicas, etc.).

  • Los factores de personalidad,

Con respecto a los factores de personalidad podemos señalar la introversión y el neuroticismo elevados entre introversión, neuroticismo y fobia social ha sido puesta de manifiesto en reiteradas ocasiones, aunque no tenemos todavía claro si éstos son efecto o causa.
Las puntuaciones elevadas en introversión y neuroticismo son relevantes para el modelo que proponemos, porque pueden ser indicadores de un incremento de la probabilidad de que el sujeto pueda replegarse hacia sí mismo; es decir, que pueda, inicialmente, escapar y, luego, terminar evitando estas situaciones, con más probabilidad que aquellos sujetos que obtienen puntuaciones bajas en tales dimensiones de la personalidad. A esta mayor sensibilidad para la conducta de escape y evitación se uniría la propensión al exceso de (auto)crítica respecto a la propia actuación, la implicación en la relación,... Esta crítica irracional y desproporcionada, generada por el propio sujeto, intensificaría aún más la focalización de su atención de modo selectivo hacia las señales internas y externas percibidas como peligros reales, así como respecto a la búsqueda de otras amenazas potenciales

  • Las respuestas de escape
Las respuestas de escape ante la actuación o la relación con extraños,como hemos indicado, si no se afrontan y resuelven de modo adecuado, pueden constituirse en altamente propiciatorias de la aparición de la ansiedad social en cualesquiera de sus formas y, muy especialmente, en su formato de fobia social. Esto también es válido para los déficit de aprendizaje en todo lo relativo a las relaciones humanas, muy especialmente el dominio del lenguaje y las habilidades sociales


  • «Otros factores», que incluye una miscelánea de variables propias del sujeto que no tienen cabida en los tres apartados anteriores.

Las relaciones entre hermanos en el seno de la propia familia, las historias previas de timidez o mutismo selectivo o la presencia de trastornos comórbidos se incluyen también en el «paquete» de variables organísmicas relevantes a la hora de entender por qué unos chicos y chicas, y no otros, pese a compartir historias muy similares en el contexto familiar, económico, educativo y cultural, pueden terminar presentando un trastorno tan incapacitante como puede llegar a ser la fobia social en su modalidad generalizada

EL momento en el que situemos el inicio de la fobia social va a depender en buena medida del modo como delimitemos este concepto. Es decir, como es sabido, entre los 2 y los 3 años de edad ya pueden identificarse respuestas de miedo intenso a situaciones sociales en las que se produce la crítica o la desaprobación del comportamiento del niño, siendo tales respuestas índices predictores de una mayor probabilidad de ocurrencia de la fobia social años más tarde . Ahora bien, a día de hoy la conceptualización de la fobia social requiere, para su diagnóstico clínico, del pleno desarrollo de la capacidad de autoobservación y reflexión, es decir, ser capaz de mostrar conciencia de sí mismo y de los otros en tanto que objetos de evaluación, además de poder anticipar la posibilidad de evaluación negativa, lo cual parece que raramente ocurre antes de los 8-9 años de edad.
Por lo tanto, todo lo que suceda antes de que se pueda constatar el desarrollo
cognitivo requerido entraría a formar parte de los factores de vulnerabilidad asociados a su inicio y que, en consecuencia, predispondrían a la aparición de la fobia social.
De acuerdo con ellos, cuando un niño(a), chico(a) está aprendiendo a relacionarse y actuar socialmente, tal aprendizaje puede estar mediado por un conjunto de variables organísmicas que conllevan vulnerabilidad elevada para el sujeto que aprende, tales como:

  • ausencia o carencias del entrenamiento previo,

  • modo como se afrontó el aprendizaje de las primeras exposiciones ante extraños y las relativas a la separación de los padres,

  • influencia de los modelos significativos,

  • estilo de educación familiar y del personal de los centros educativos,

  • desconocimiento y/o la falta de destreza en el dominio de las habilidades sociales,

  • Información que se ha recibido sobre cómo ha de abordarse la relación con extraños o la actuación ante ellos,

  • efecto de la predisposición biológica,

  • determinantes biológicos actuales y lacras dejadas por los determinantes biológicos pasados,

  • historia de exposiciones abruptas a situaciones altamente estresantes

  • introversión y neuroticismo elevados.

Todo ello constituye un caldo de cultivo excelente para que se pueda producir una asociación desadaptativa, disfuncional, entre una situación social y la actuación de las personas inmersas en ella. Tal asociación se realizará, de acuerdo con nuestra hipótesis, por medio de los mecanismos de aprendizaje que ya hemos referido ,cuando se presenten las situaciones sociales estresantes propias del dominio que hemos delimitado como «contexto social negativo» en interacción con el propio de las variables organísmicas que conllevan vulnerabilidad elevada para el sujeto que aprende a relacionarse y a actuar con/ante otros.



El modelo sostiene que, de ahora en adelante, prevenir la ocurrencia de tal estado será la principal preocupación del sujeto; tal preocupación se presupone tanto más intensa cuanto mayor sea el grado de incertidumbre del fóbico social sobre los efectos de su comportamiento en los demás y la valoración que éstos hagan de aquellos.
La asociación quedará establecida entre esa situación o situaciones y un patrón de respuestas neurovegetativas, musculares y cognitivas relativas a los supuestos, creencias y atribuciones disfuncionales. Este proceso de asociación puede dar lugar directamente a la fobia social, de forma repentina (situación intensamente estresante) o de manera insidiosa, a través del desarrollo de la timidez u otras modalidades de ansiedad social sin significación clínica, que paulatinamente pueden ir progresando y/o predisponiendo hasta que se cumplan los criterios clínicos requeridos para el diagnóstico de la fobia social.
Todo ello, a la luz de nuestros conocimientos epidemiológicos, parece ocurrir con mucha más frecuencia entre los 14 y los 16 años que a ninguna otra edad , lo que puede ser debido, entre otras razones, a que, en el mundo occidental desarrollado, los chicos y chicas de estas edades:

  • han de hacer frente a un incremento, a veces desmesurado, de las demandas sociales sobre su potencial de respuesta,

  • son más conscientes de la discrepancia entre cómo creen que los ven los demás y cómo se ven a sí mismos,

  • están sometidos a un proceso de evaluación continua por el resto de los miembros del grupo de iguales con los que se relacionan cotidianamente,

  • han de establecer su lugar y papel en un nuevo sistema social —distinto al de su familia— y

  • han de hacer frente a la inquietud, el desasosiego, la vergüenza y el miedo a no responder como ellos creen que se les requiere.

Por consiguiente, desde nuestro punto de vista, el miedo no es a la evaluación negativa que puedan realizar tanto sus padres como sus compañeros, las personas del otro sexo o las figuras de autoridad, pues la evaluación negativa es el efecto, la consecuencia, por no responder adecuadamente a la situación o por no saber «con total certeza» si están respondiendo adecuadamente.



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