SECCIÓN LO QUE NO SABEMOS DE NOSOTROS
La ternura que no sabemos que tenemos
A veces me doy cuenta de que, sin pensarlo, me trato con más cuidado del que creo. Me sujeto la mano cuando estoy a punto de entrar en un sitio que me intimida. Me coloco el pelo con calma. Me hablo por dentro en un tono más suave del que uso con los demás. Y pienso: “También soy esta versión de mí”.
La ternura, cuando tienes fobia social o ansiedad, no aparece de forma llamativa. No es algo que se muestre en gestos grandes ni en palabras especiales. Es discreta. Va despacio. Pero existe.
Está cuando buscas un sitio tranquilo para no agobiarte y tu cuerpo intenta darte seguridad. Está cuando lloras después de un día difícil sin culparte por hacerlo. Está cuando dices “hoy no puedo más” y te permites parar. Está cuando te hablas con un poco más de paciencia de la que pensabas tener.
A veces siento que hay personas que me miran y ven algo tierno en mí: vulnerabilidad, sinceridad, una forma suave de estar en el mundo. Ellas ven algo valioso, incluso bonito. Mientras yo, desde dentro, solo siento mis inseguridades.
Lo más importante es que esa ternura no depende de ser fuerte, ni valiente, ni positiva. Sale de algo más sencillo: el deseo de no hacerte daño, de cuidarte un poco.
Creo que si pudiéramos mirarnos como miramos a alguien que queremos, seríamos menos duros con nosotros mismos. Tal vez dejaríamos de pensar que somos un desastre. Tal vez entenderíamos que sentir miedo no quita lo que tenemos dentro.
Hay una parte de ti que te cuida incluso cuando tú no sabes hacerlo. No se va. No te abandona. Te espera, siempre.




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