Introducción personal
Metáfora
Mi familia, las personas que me apoyan, han sido siempre quienes han mantenido el barco en marcha. Son quienes han trazado la ruta, izado las velas y sorteado las tormentas. Han hecho por mí lo que para otros es cotidiano: desde gestionar trámites hasta realizar una simple llamada de teléfono. Yo solo he estado en cubierta, dejando que el barco avance sin aprender a gobernarlo.
Pero el miedo aparece cuando pienso en lo que pasará cuando ya no estén. No sé leer las estrellas, no sé cómo sujetar el timón ni qué hacer si el viento cambia de dirección. Sin ellos, mi barco se convierte en una simple tabla flotando a la deriva, perdida en la inmensidad.
Reflexión
Algunas personas hablan de tomar el control de su destino, de aprender a navegar solas. Pero, para mí, ese horizonte solo muestra incertidumbre. No hay soberanía, solo la certeza de que el mar es demasiado grande y yo, demasiado pequeña.
Tal vez el destino sea naufragar. O tal vez solo me quede esperar, con la esperanza de que, en la inmensidad del océano, alguien más me encuentre antes de que me hunda del todo.