
Un día sin fobia social: ¿cómo sería?
A veces me pregunto cómo sería vivir un día entero sin fobia social. Un día en el que las palabras salieran sin miedo, las miradas no tuvieran tanto efecto y cada interacción fuera… normal. Donde la mente no anticipara juicios ni analizara cada gesto. ¿Sería liberador o desconcertante? Cuando un miedo lleva tanto tiempo dentro, su ausencia también puede sentirse como un vacío extraño.
Me imagino despertando sin esa ansiedad anticipatoria que siempre aparece antes de que pase nada. Me levanto y, en vez de sentir el nudo en el estómago, simplemente pienso en lo que tengo que hacer. Sin que cada acción implique una evaluación interna.
Me visto sin preocuparme por si mi ropa llamará la atención o si daré una impresión equivocada. Salgo a la calle y no siento ese peso invisible en la espalda. La gente pasa a mi lado y no tengo la sensación de que estén analizando cada uno de mis movimientos. Solo existo, sin tener que justificarme mentalmente.
No necesito ensayar frases antes de hablar ni calcular mis expresiones para no parecer “extraña”. Si alguien me saluda, respondo sin vacilar, sin ese pequeño bloqueo que siempre aparece cuando intento reaccionar rápido.
En una conversación, no estoy alerta. No repaso lo que acabo de decir buscando fallos ni me quedo atrapada pensando en la mejor manera de continuar. Tampoco me agoto después de un rato hablando, como si cada palabra me costara energía de más. Simplemente fluyo. Hablar se siente natural y no una prueba.
No me obsesiono con cada gesto ni con lo que los demás puedan pensar. No siento que tenga que disculparme por existir ni que cada interacción sea un examen que debo pasar sin errores. No hay eco mental repitiendo lo que dije ni culpa por haber hablado demasiado o demasiado poco.
Sin fobia social, la vida se siente más ligera. No porque sea perfecta o porque todo salga bien, sino porque los pensamientos que ahora me persiguen ya no me hacen tanto daño. Las cosas simplemente son, sin la necesidad de analizarlas, justificarlas o evitarlas.
No sé si algún día los pensamientos que ahora me persiguen dejaran de molestarme tanto , pero imaginarlo, aunque sea un momento, ya es un respiro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario