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miércoles, 12 de febrero de 2025

El dolor invisible de vivir con fobia social

 


A veces, las interacciones sociales me parecen una trampa. 

Es como si cada palabra, cada gesto, cada silencio estuviera lleno de significados que no entiendo bien. 

El agotamiento emocional La fobia social no es solo un desafío mental ,  sino también físico y emocional. El esfuerzo constante por controlar mis miedos y emociones me agota. Desde la tensión en los músculos hasta el sudor frío que acompaña a una conversación, cada interacción social requiere una energía enorme. Incluso después de un pequeño encuentro, puede sentirme como si hubiera corrido una maratón emocional. El agotamiento se acumula con el tiempo, y es como si mis baterías nunca se recargaran completamente. Todo requiere esfuerzo, desde hacer una llamada telefónica hasta asistir a una reunión. No es que no quiera interactuar, es que cada situación social me drena y me deja con una sensación de vacío, como si hubiers dado más de lo que podía ofrecer. A veces, me siento atrapada entre el deseo de estar con los demás y el miedo de que mi presencia sea una carga. Es como si el costo emocional de "pasar desapercibido" fuera el único precio aceptable. Prefiero que nadie me vea, que nadie me hable, que nadie espere nada de mí. Pero entonces me doy cuenta de lo sola que me siento. Pasar desapercibida no me da seguridad, me deja vacía. No tengo las conexiones que tanto anhelo, porque estoy demasiado ocupada evitando que me noten, que me vean tal como soy. 

 El miedo al cambio o a lo inesperado es otro de mis grandes enemigos. Cuando algo se sale de lo que esperaba, me siento completamente fuera de control. Las sorpresas, los cambios de planes o cualquier cosa que no esté dentro de mi rutina me ponen en alerta. No sé cómo reaccionar, me siento perdida, como si el suelo bajo mis pies estuviera a punto de desmoronarse. Y es que, cuando no puedo anticipar lo que va a pasar, el miedo se apodera de mí. 

 Y lo peor de todo es que las expectativas que tengo sobre mí mismo son paralizantes. No es solo que quiera ser perfecta, es que creo que si no lo soy, entonces no tengo valor. Me exijo tanto que cada pequeño error, cada tropiezo, lo siento como un fracaso enorme. Vivo con esa constante presión de que tengo que ser lo suficientemente buena para los demás, lo suficientemente competente para encajar. Pero siempre parece que nunca llego a la altura de esas expectativas. Y entonces, me siento más atrapada que nunca. 

La desconfianza constante hacia los demás A veces, me encuentro dudando de la sinceridad de los demás sin motivo alguno. Es como si siempre tuviera esa pequeña voz interior que me cuestiona si lo que me están diciendo es realmente cierto o si hay algo que se me está escapando. Esta duda se vuelve más fuerte cuando mi ansiedad se dispara, y es como si todo lo que escucho estuviera filtrado por una capa de desconfianza 

 Vivir con fobia social no es solo un asunto de ser tímida o introvertida; es un caos mental constante, donde los malentendidos, la ansiedad por lo que va a pasar y el miedo a no ser suficiente me consumen. Es un dolor invisible, que muchos no entienden, pero que yo llevo conmigo en cada paso, cada palabra, cada mirada.

lunes, 10 de febrero de 2025

Cuando socializar no es una opción, sino un obstáculo




 Hay algo que muchas personas no entienden sobre la fobia social: no es una cuestión de actitud, ni de ganas, ni de ser introvertida. No es que prefiera estar sola o que simplemente no me guste socializar. Es que, muchas veces, no puedo. Lo noto en lo más básico: abrir o cerrar una conversación es un desafío que otras personas ni siquiera parecen notar. Iniciar una interacción me llena de dudas absurdas que en mi cabeza suenan cruciales: ¿Cómo empiezo sin parecer rara? ¿Y si no quiere hablar conmigo? ¿Qué pasa si me quedo en blanco? Es como si tuviera que calcular cada palabra antes de decirla, porque cualquier error me va a perseguir durante días. Y lo peor es que, cuando la conversación ya está en marcha, viene otro problema: ¿cómo me despido sin que se note que estoy incómoda? A veces alargo la charla más de lo necesario, otras veces me voy de golpe y me arrepiento después. Nunca parece haber una forma natural de hacerlo. Todo esto no solo genera ansiedad en el momento, sino que tiene consecuencias más profundas. Poco a poco, termino evitando situaciones sociales, porque cada una de ellas me deja con la sensación de haberlo hecho mal, de haber sido torpe o extraña. Y cuanto más me aíslo, más culpable me siento. Debería esforzarme más, pienso. No debería dejar que la ansiedad me gane. Pero la realidad es que no se trata de esfuerzo. No es como si pudiera decidir un día que voy a socializar sin miedo y que todo se solucionara con fuerza de voluntad. La fobia social se cuela en lo cotidiano, en cosas tan simples como pedir algo en una tienda, responder un mensaje o ir a una fiesta . Y a largo plazo, lo cambia todo: oportunidades que se pierden, amistades que se enfrían, una sensación constante de estar desconectada del mundo. Porque aunque quiera formar parte, hay algo que me lo impide. Como si estuviera viendo la vida social desde detrás de un cristal, sin saber cómo atravesarlo. No es que no quiera salir más, hablar más o relacionarme más. Es que no puedo hacerlo de la misma manera que los demás. 
Porque la fobia social no es una elección. Es un trastorno que, aunque no se vea desde fuera, está ahí, marcando cada interacción, cada silencio y cada distancia que termino poniendo sin querer.

viernes, 7 de febrero de 2025

Defenderte, reclamar lo que te pertenece , decir no



  Nunca he sabido cómo reaccionar cuando alguien me ataca. Ya no hablo de insultar o gritar ,que ya serían palabras mayores, sino poder expresar con claridad que algo me ha molestado o que no voy a permitir ciertos comentarios. Pero cuando la ansiedad social entra en juego, incluso eso se siente como un riesgo enorme. Hay tantas opciones en la cabeza, tantas posibles consecuencias, que la respuesta nunca llega a salir o sale mal. Y al final, la sensación de impotencia pesa más que el propio ataque cuando ni siquiera puedes verbalizar una defensa mínima ,el mundo puede sentirse como un lugar donde cualquiera tiene el poder de hacerte daño sin que puedas impedirlo. Mientras intento procesar lo que acaba de pasar, mi mente se atasca entre mil pensamientos: ¿Ha sido una broma? ¿Ha querido ofenderme? ¿Estoy exagerando? Pero, sobre todo, ¿qué debería decir? Busco una respuesta, cualquier cosa que no me haga parecer torpe o débil, pero nada parece adecuado. Para cuando encuentro una opción, el momento ya ha pasado. Lo peor no es solo el momento en sí, sino lo que viene después. Porque la conversación se queda en mi cabeza, repitiéndose una y otra vez como un eco insoportable. Pienso en todo lo que podría haber dicho, en lo que debería haber hecho, en cómo cualquier otra reacción habría sido mejor que mi silencio torpe. La gente dice que lo mejor es defenderse, responder con firmeza, no dejar que los demás te pisoteen. Pero para alguien con fobia social, reaccionar no es tan simple. A veces, el problema no es la falta de valentía , sino que la mente se bloquea, atrapada entre mil posibilidades y el miedo constante a decir o hacer algo incorrecto .


De la misma manera me cuesta reclamar lo que es mío. Suena fácil, ¿verdad? Para mí, no lo es. No es que no quiera defender lo que me pertenece o poner límites cuando algo me incomoda. Es que, cuando llega el momento de hacerlo, mi cuerpo y mi mente no cooperan. Mi boca se queda muda, mi mente se llena de dudas como si estuviera a punto de hacer algo peligroso. Recuerdo una vez cuando trabajé un mes en una asesoría ,porque no aguanté más, que me mandaron a comprar sellos y me dieron el dinero para ello. No llegó y tuve que poner de mi bolsillo 2 o 3 euros y cuando volví con los sellos fui incapaz de decirlo en ese momento , me quede en blanco . Pensé mañana se lo digo ; pero al día siguiente era peor porque pensarían que porque no lo pedí cuando tocaba , cuando les di los sellos. Yo no quería resignarme a pedir lo que era mío y me pasaba los días sufriendo y diciendo hoy se lo diré , pero cada día que pasaba era más difícil y más vergüenza me daba . Se me ocurrió comentárselo a mi marido y me echó bronca .Me dijo que como no los pidiera iría él mismo a reclamarlos. Ante esa vergüenza más grande que todas juntas les comenté lo del dinero casi como si pidiera disculpas. La respuesta; 

-       Pues claro hombre   porque no lo dijiste antes

. Y esto es solo un ejemplo.

A veces no sabemos que las cosas pueden ser simples que la gente no da importancia a ciertas cosas que nosotros sí y que nadie me comió , me echó bronca o no me dijo pej estás mintiendo 


 Ocurre parecido cuando me imponen algo que no quiero hacer, cuando sé que debería hablar… me quedo atrapada en el miedo. No miedo a la otra persona, sino miedo a cómo lo diré, a cómo me verán, a qué pensarán de mí. Y si logro reunir el valor para decirlo, mi voz suena tan insegura que hasta yo dudo de mis propias palabras. Es frustrante. Porque no se trata solo de evitar conflictos, se trata de sentir que mi derecho a hablar se disuelve antes de que pueda usarlo. Y lo peor es que, cuando por fin logro decir algo, muchas veces lo hago de forma torpe o con una disculpa automática, como si estuviera pidiendo perdón por defenderme. Y así es como se pierde lo que es mío. Así es como acabo haciendo cosas que no quiero, así es como me quedó cuando no me defiendo Porque, aunque en mi cabeza sé que tengo derecho a reclamar , a decir no y a defenderne, en la práctica, mi voz se pierde entre la ansiedad y la culpa .

Estos aspectos si son conocidos , pero me ha parecido importante incidir en ellos porque   nos colocan en una posición de vulnerabilidad que muchos aprovechan . Bulling ,Mobing
Acoso psicológico ...


Esta demostrado según un estudio este tipo de abusos,  aunque no hace faltan estudios para saber que tener fobia social te convierte en la mas que posible victima de todo ello.

En esta entrada hablo de ello.
http://fobbisoc.blogspot.com/2023/01/las-consecuencias-sociales-de-tener.html?m=1

Estudio: 
http://fobbisoc.blogspot.com/2022/11/fobia-social-y-abusos.html?m=1


jueves, 6 de febrero de 2025

Vivir con Fobia Social: Un Testimonio de miedo y supervivencia



Vivir con fobia social no es solo tener miedo a las grandes multitudes o a hablar en público. Es una experiencia que se manifiesta en lo cotidiano, en esos momentos que para otros parecen simples, pero que para alguien con fobia social se vuelven batallas. 
Aquí, quiero compartir algunas de las realidades internas de las que no se suelen hablar y que se desconocen que definen mi día a día. 

 El autodiálogo negativo es constante. Mi mente nunca deja de hablar. Siempre está allí, diciendo cosas como "No deberías haber dicho eso", "Estás haciendo el ridículo", o "Seguro que todo el mundo te está juzgando". Es como un enemigo invisible que me acompaña a cada paso, y aunque intento callarlo, siempre encuentra una manera de hacerme dudar de mí misma 

 A veces, lo difícil no es solo hablar, sino también reaccionar bien a lo que dicen los demájs. Me pasa que, cuando alguien me cuenta algo, en lugar de responder de forma natural, empiezo a pensar: "¿Qué se supone que tengo que decir ahora?". Y claro, mientras lo pienso, pasa demasiado tiempo y ya queda raro.

También me pasa con los cumplidos. No me sale simplemente decir "gracias" y ya, sino que me quedo analizando si sueno seca, si debería devolver el cumplido o si cualquier cosa que diga sonará forzada. Lo mismo con los chistes: si me río demasiado, siento que parezco exagerada, pero si me río poco, temo que piensen que no tengo sentido del humor.

Lo peor es cuando alguien me enseña una foto o un video y espera una reacción. En mi cabeza es como si sonara un temporizador: "¿Es gracioso? ¿Se supone que debo sorprenderme? ¿Tengo que hacer un comentario?". Y mientras intento decidir, la otra persona sigue mirándome, esperando algo que no llega.

Es como si todo el mundo tuviera un "piloto automático" para reaccionar en conversaciones y yo tuviera que hacerlo manualmente, calculando cada respuesta para que parezca natural… lo que, al final, solo hace que parezca más forzado.


 La paranoia de lo espontáneo A veces, en medio de una conversación, algo raro sucede. Estoy hablando con alguien y, sin pensarlo demasiado, digo algo gracioso, interesante o simplemente natural. Por un momento, todo parece ir bien. Pero entonces, casi al instante, mi mente se bloquea: "¿Se habrá notado demasiado que eso no era 'yo'?"Es una sensación extraña, como si hubiera roto el personaje que suelo interpretar en situaciones sociales. No porque sea falsa, sino porque la ansiedad me ha hecho construir una imagen de mí misma más rígida, más reservada. Y cuando, por alguna razón, actúo con naturalidad, siento que he hecho algo fuera de lugar. En lugar de disfrutar el momento, empiezo a analizarlo. ¿Por qué he dicho eso? ¿Cómo habrá sonado? ¿Parecía que estaba intentando llamar la atención? Y entonces, casi sin darme cuenta, me retraigo. Cambio mi tono, me vuelvo más seria, como si necesitara corregir el "exceso" de naturalidad para recuperar mi equilibrio social imaginario. Es absurdo, porque ser espontánea no tiene nada de malo. De hecho, es lo que hace que las conversaciones sean genuinas. Pero la fobia social tiene esa forma tan peculiar de hacerme dudar incluso de los momentos en los que, por un segundo, me sentí bien Y es que las habilidades sociales no están ausentes. No soy antisocial por naturaleza, ni incapaz de conectarme con los demás. De hecho, cuando me siento más cómoda, puedo disfrutar de una conversación o incluso hacer reír a alguien. Pero el miedo y la ansiedad me hacen dudar de mis propios recursos, y cuando el estrés se acumula, a veces me cuesta salir de mi burbuja y relacionarme con naturalidad. camuflaje social". Todos los días trato de ocultar mi ansiedad, de hacer que mis gestos y palabras parezcan naturales, de mantener una apariencia de normalidad. Pero ese "camuflaje" es agotador. Mi mente está constantemente vigilando mis movimientos, mi tono de voz, mis expresiones. Mantener esa fachada puede dejarme exhausta, y lo peor es que, al final del día, sigo sintiendo esa desconexión interna.

 Vivir con fobia social es un desafío constante, pero también es un recordatorio de que, incluso en los momentos de mayor inseguridad, seguimos luchando por encontrar nuestra forma de ser.

lunes, 3 de febrero de 2025

Viviendo en el Silencio de la Fobia Social


A veces siento que vivir con fobia social es como estar atrapada en un espacio entre lo que quiero expresar y lo que realmente logro decir. Hay tantas cosas que no se ven, tantas luchas internas que parecen invisibles desde fuera, pero que están ahí, marcando cada interacción y cada pensamiento. 

 En esta entrada hablo de otros 5 aspectos no muy conocidos de la fobia social

  Por ejemplo, hay algo curioso en cómo uso. el humor, se convierte en un escudo, una herramienta para desviar la atención, para que nadie vea lo que realmente siento. Para muchos, puede parecer que soy alguien  divertida, pero en realidad, es mi forma de escapar. 
Cuando me siento expuesta o nerviosa, mi primera reacción suele ser soltar una broma, algo que desvíe la atención de mi ansiedad. Por fuera puede parecer una sonrisa , pero por dentro es un escudo que me protege de lo que más temo: el juicio de los demás 

  El miedo a ser observada en tareas cotidianas, como hacer una compra o caminar por la calle, siento ese juicio, aunque nadie me esté mirando. Es irracional, lo sé, pero no puedo evitarlo. Siempre me pregunto si estoy caminando de forma extraña, si alguien notará algo raro en mí. La sensación de ser observada, incluso cuando no lo estoy, puede convertir cualquier acción simple en una fuente de estrés. 

  Lo más difícil es cuando mi propio cuerpo me traiciona Mi lenguaje corporal se vuelve un desafío. Aunque trato de mantener la calma, mi cuerpo hace   lo contrario. Mi voz tiembla, mis piernas parecen no responderme. No puedo evitar preguntarme si alguien lo notará, si pensarán que estoy nerviosa o que algo va   mal conmigo. Esa falta de control sobre mí misma es agotadora, y lo peor es que a menudo refuerza mi miedo. 

  Pero, a pesar de todo, hay algo que siempre está ahí un deseo profundo de ser comprendida No es que quiera alejarme de los demás; de hecho, anhelo conectar, ser aceptada y escuchada pero el miedo construye barreras que parecen imposibles de cruzar. Es como si estuviera encerrada tras un vidrio, gritando por dentro mientras espero que alguien se acerque y me entienda sin que tenga que explicarlo todo. Quiero que los demás sepan lo que significa luchar con esto, pero al mismo tiempo me aterra abrirme. 
Es una paradoja constante: quiero conectar, pero no sé cómo. Y cuando intento explicarlo, siento que las palabras no son suficientes, que nunca lograré transmitir el peso que lleva la fobia social. 

Lo más frustrante de todo es que sé que muchos de estos miedos no tienen sentido, son irracionales Sé que nadie me está juzgando realmente por cómo camino o hablo, pero mi mente no logra convencerse de eso. El miedo, aunque irracional, se siente tan real como cualquier otra emoción, y aprender a convivir con él es una lucha diaria. Vivir con fobia social es como estar atrapada en un ciclo de silencios y escudos, deseando ser vista pero temiendo ser juzgada. Y aunque no siempre sea evidente, el sufrimiento es profundo. 

Hablar de ello no lo soluciona, pero al menos ayuda a aligerar un poco el peso que cargo. 
 Todo esto sucede mientras intento vivir, mientras lucho por encontrar momentos en los que pueda ser yo misma sin ese constante ruido en mi cabeza


sábado, 1 de febrero de 2025

Las Capas ocultas de la fobia social: Miedos silenciosos y profundos

Vivir con fobia social es como habitar un laberinto mental del que no siempre encuentras la salida. Es difícil explicar lo que significa a quienes no lo viven, Es un miedo que puede paralizarte, acompañarte toda la vida y profundizarse en aspectos que incluso a veces te cuesta entender.

 Aquí quiero hablar de esas capas, de los miedos y sensaciones que no siempre se ven desde fuera, pero que quienes vivimos con fobia social conocemos bien aunque no se hable de ellos. Por ejemplo, el miedo a destacar puede ser tan intenso como el miedo a fallar..
Muchas veces, el problema no es solo temer que algo salga mal, sino también el pánico a que salga bien y eso atraiga la atención hacia ti. Pej que te den un premio por algo o que te valoren  por allgo . Al final aprendes a no destacar demasiado, a no llamar la atención, aunque eso signifique pasar desapercibido. Es un miedo extraño, pero real.

 Luego está ese aspecto que me cuesta más explicar: la ansiedad puede surgir incluso después de la interacción Muchas veces, el momento en sí no es lo más difícil. A veces, logro pasar una conversación o una situación social de forma más o menos normal, pero lo que viene después es lo que me desarma. Al llegar a casa mi mente empieza a analizar cada cosa que dije. “¿Soné demasiado serio? ¿Me equivoqué en algo? Y esa repetición mental puede durar horas, incluso días, haciéndome revivir la escena una y otra vez hasta desgastarme por completo. 

 También está el hecho de que la ansiedad puede ser silenciosa, pero el sufrimiento es profundo. Hay días en los que logro esconderlo bien. Sonrío, converso, finjo interés, y nadie nota que por dentro estoy luchando contra un torbellino de emociones. La gente asume que estoy tranquila porque no tiemblan mis manos o porque mi voz no se quiebra. Pero lo que no ven es el nudo en el estómago, la sensación de alerta constante y el agotamiento que queda después. Es un sufrimiento que muchas veces no se ve, pero que se siente en cada parte de ti. 

 También el miedo a no tener nada que decir
A veces,el simple hecho de pensar en una conversación me pone nerviosa. Me pregunto si sabré qué decir, si mi mente se quedará en blanco o si mi silencio hará que los demás se sientan incómodos. Esto hace que evite situaciones sociales, no porque no quiera hablar, sino porque me aterra no saber qué decir. Recuerdo una vez, en una reunión con amigos,no muy conocidos, donde todos estaban conversando y yo no encontraba el momento para intervenir. Cada segundo que pasaba me hacía sentir más invisible, más desconectada. Y cuando al fin alguien me habló directamente, sentí que no tenía nada interesante que aportar, lo cual sólo reforzó mi miedo. 

 Finalmente,la fobia social puede desarrollarse en la infancia. A veces pienso que si alguien hubiera notado las señales cuando era niña, las cosas habrían sido diferentes. Más del 40% de los niños con inhibición conductual en la infancia acaban sufriendo fobia social . Yo era una niña tímida, ir al colegio era un suplicio, porque no sabias que iba a pasar , a veces te tocaba leer en voz alta , otras salir a la pizarra , en la que toda yo temblaba etc.. Esos miedos crecieron conmigo,  

La fobia social es un conjunto de miedos y emociones que, aunque pueden ser invisibles para los demás, son muy reales para quienes la vivimos. No siempre se ve, no siempre tiene sentido, pero están ahí, en cada interacción, en cada pensamiento que nos sigue incluso cuando todo parece haber terminado. Es un camino difícil, 

Lo que nadie te cuenta sobre la fobia social

Cuando hablamos de fobia social, casi siempre salen los mismos temas: miedo a hablar en público, ansiedad en reuniones, evitar eventos sociales… Pero hay un montón de aspectos menos evidentes que pocas veces se mencionan y que, sin embargo, pueden marcar mucho en nuestra vida .

¿Qué pasa con la sensación de estar actuando todo el tiempo? ¿O con el agotamiento extremo después de un día de interacción? 

En las próximas entradas, voy a hablar de esos detalles , en el mismo sentido que esta entrada, que rara vez se cuentan, pero que quienes vivimos con fobia social conocemos demasiado bien. No son las típicas descripciones superficiales, sino esas pequeñas experiencias que nos hacen sentir que habitamos un mundo paralelo, invisible para los demás.

Si alguna vez te has sentido incomprendido incluso dentro de los espacios donde se habla de ansiedad social, donde no se acaba de profundizar en muchos temas, las siguientes entradas son para ti.