En esta entrada hablo de otros 5 aspectos no muy conocidos de la fobia social
Por ejemplo, hay algo curioso en cómo uso. el humor, se convierte en un escudo, una herramienta para desviar la atención, para que nadie vea lo que realmente siento.
Para muchos, puede parecer que soy alguien divertida, pero en realidad, es mi forma de escapar.
Cuando me siento expuesta o nerviosa, mi primera reacción suele ser soltar una broma, algo que desvíe la atención de mi ansiedad. Por fuera puede parecer una sonrisa , pero por dentro es un escudo que me protege de lo que más temo: el juicio de los demás
El miedo a ser observada en tareas cotidianas, como hacer una compra o caminar por la calle, siento ese juicio, aunque nadie me esté mirando. Es irracional, lo sé, pero no puedo evitarlo. Siempre me pregunto si estoy caminando de forma extraña, si alguien notará algo raro en mí. La sensación de ser observada, incluso cuando no lo estoy, puede convertir cualquier acción simple en una fuente de estrés.
Lo más difícil es cuando mi propio cuerpo me traiciona Mi lenguaje corporal se vuelve un desafío. Aunque trato de mantener la calma, mi cuerpo hace lo contrario. Mi voz tiembla, mis piernas parecen no responderme. No puedo evitar preguntarme si alguien lo notará, si pensarán que estoy nerviosa o que algo va mal conmigo. Esa falta de control sobre mí misma es agotadora, y lo peor es que a menudo refuerza mi miedo.
Pero, a pesar de todo, hay algo que siempre está ahí un deseo profundo de ser comprendida No es que quiera alejarme de los demás; de hecho, anhelo conectar, ser aceptada y escuchada pero el miedo construye barreras que parecen imposibles de cruzar. Es como si estuviera encerrada tras un vidrio, gritando por dentro mientras espero que alguien se acerque y me entienda sin que tenga que explicarlo todo.
Quiero que los demás sepan lo que significa luchar con esto, pero al mismo tiempo me aterra abrirme.
Es una paradoja constante: quiero conectar, pero no sé cómo. Y cuando intento explicarlo, siento que las palabras no son suficientes, que nunca lograré transmitir el peso que lleva la fobia social.
Lo más frustrante de todo es que sé que muchos de estos miedos no tienen sentido, son irracionales Sé que nadie me está juzgando realmente por cómo camino o hablo, pero mi mente no logra convencerse de eso. El miedo, aunque irracional, se siente tan real como cualquier otra emoción, y aprender a convivir con él es una lucha diaria.
Vivir con fobia social es como estar atrapada en un ciclo de silencios y escudos, deseando ser vista pero temiendo ser juzgada. Y aunque no siempre sea evidente, el sufrimiento es profundo.
Hablar de ello no lo soluciona, pero al menos ayuda a aligerar un poco el peso que cargo.
Todo esto sucede mientras intento vivir, mientras lucho por encontrar momentos en los que pueda ser yo misma sin ese constante ruido en mi cabeza
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