COMPARTIR

jueves, 6 de febrero de 2025

Vivir con Fobia Social: Un Testimonio de miedo y supervivencia



Vivir con fobia social no es solo tener miedo a las grandes multitudes o a hablar en público. Es una experiencia que se manifiesta en lo cotidiano, en esos momentos que para otros parecen simples, pero que para alguien con fobia social se vuelven batallas. 
Aquí, quiero compartir algunas de las realidades internas de las que no se suelen hablar y que se desconocen que definen mi día a día. 

 El autodiálogo negativo es constante. Mi mente nunca deja de hablar. Siempre está allí, diciendo cosas como "No deberías haber dicho eso", "Estás haciendo el ridículo", o "Seguro que todo el mundo te está juzgando". Es como un enemigo invisible que me acompaña a cada paso, y aunque intento callarlo, siempre encuentra una manera de hacerme dudar de mí misma 

 A veces, lo difícil no es solo hablar, sino también reaccionar bien a lo que dicen los demájs. Me pasa que, cuando alguien me cuenta algo, en lugar de responder de forma natural, empiezo a pensar: "¿Qué se supone que tengo que decir ahora?". Y claro, mientras lo pienso, pasa demasiado tiempo y ya queda raro.

También me pasa con los cumplidos. No me sale simplemente decir "gracias" y ya, sino que me quedo analizando si sueno seca, si debería devolver el cumplido o si cualquier cosa que diga sonará forzada. Lo mismo con los chistes: si me río demasiado, siento que parezco exagerada, pero si me río poco, temo que piensen que no tengo sentido del humor.

Lo peor es cuando alguien me enseña una foto o un video y espera una reacción. En mi cabeza es como si sonara un temporizador: "¿Es gracioso? ¿Se supone que debo sorprenderme? ¿Tengo que hacer un comentario?". Y mientras intento decidir, la otra persona sigue mirándome, esperando algo que no llega.

Es como si todo el mundo tuviera un "piloto automático" para reaccionar en conversaciones y yo tuviera que hacerlo manualmente, calculando cada respuesta para que parezca natural… lo que, al final, solo hace que parezca más forzado.


 La paranoia de lo espontáneo A veces, en medio de una conversación, algo raro sucede. Estoy hablando con alguien y, sin pensarlo demasiado, digo algo gracioso, interesante o simplemente natural. Por un momento, todo parece ir bien. Pero entonces, casi al instante, mi mente se bloquea: "¿Se habrá notado demasiado que eso no era 'yo'?"Es una sensación extraña, como si hubiera roto el personaje que suelo interpretar en situaciones sociales. No porque sea falsa, sino porque la ansiedad me ha hecho construir una imagen de mí misma más rígida, más reservada. Y cuando, por alguna razón, actúo con naturalidad, siento que he hecho algo fuera de lugar. En lugar de disfrutar el momento, empiezo a analizarlo. ¿Por qué he dicho eso? ¿Cómo habrá sonado? ¿Parecía que estaba intentando llamar la atención? Y entonces, casi sin darme cuenta, me retraigo. Cambio mi tono, me vuelvo más seria, como si necesitara corregir el "exceso" de naturalidad para recuperar mi equilibrio social imaginario. Es absurdo, porque ser espontánea no tiene nada de malo. De hecho, es lo que hace que las conversaciones sean genuinas. Pero la fobia social tiene esa forma tan peculiar de hacerme dudar incluso de los momentos en los que, por un segundo, me sentí bien Y es que las habilidades sociales no están ausentes. No soy antisocial por naturaleza, ni incapaz de conectarme con los demás. De hecho, cuando me siento más cómoda, puedo disfrutar de una conversación o incluso hacer reír a alguien. Pero el miedo y la ansiedad me hacen dudar de mis propios recursos, y cuando el estrés se acumula, a veces me cuesta salir de mi burbuja y relacionarme con naturalidad. camuflaje social". Todos los días trato de ocultar mi ansiedad, de hacer que mis gestos y palabras parezcan naturales, de mantener una apariencia de normalidad. Pero ese "camuflaje" es agotador. Mi mente está constantemente vigilando mis movimientos, mi tono de voz, mis expresiones. Mantener esa fachada puede dejarme exhausta, y lo peor es que, al final del día, sigo sintiendo esa desconexión interna.

 Vivir con fobia social es un desafío constante, pero también es un recordatorio de que, incluso en los momentos de mayor inseguridad, seguimos luchando por encontrar nuestra forma de ser.

No hay comentarios:

Publicar un comentario