A Veces me doy cuenta de hasta qué punto dependo de otras personas para cosas que, en teoría, debería poder hacer sola. No es porque no quiera. Es porque muchas veces no puedo. No del todo. Y me he acostumbrado tanto a esa dependencia, que ya no sé si sería capaz de vivir sin ella
Dependencia práctica: necesitas ayuda constante para tareas o decisiones que podrías manejar sola. Por ejemplo: pedir a alguien que organice tu agenda, decida por ti en situaciones sociales, o resuelva problemas cotidianos por miedo a equivocarte.
Dependencia por miedo a actuar: evitas enfrentar situaciones sociales o hacer trámites, llamadas o tareas que generan ansiedad, y terminas dejando que otros lo hagan por ti. Por ejemplo:
- Hacer una llamada o trámite que da miedo.
- Acudir a citas o gestiones sociales y dejar que alguien más hable o decida.
- Enfrentar reuniones, presentaciones o conversaciones incómodas y pedir que otro lo haga en tu lugar.
Esto refuerza la dependencia práctica: se delegan acciones que podrías hacer por ti misma y se mantiene la sensación de incapacidad.
Relación con la fobia social
En personas con fobia social, el miedo al juicio o al rechazo hace especialmente difícil establecer límites. Se puede acabar tolerando relaciones desequilibradas o situaciones que generan malestar por miedo a perder vínculos o a desagradar. Este patrón refuerza la dependencia práctica y provoca agotamiento: las necesidades propias quedan siempre en segundo plano y se acumula frustración y ansiedad.
Aprender a decir “hasta aquí” significa empezar a poner límites claros, asumir responsabilidades propias y reducir la dependencia de los demás. Es un proceso difícil, porque supone enfrentar el miedo al rechazo y la ansiedad que genera romper patrones muy arraigados. Por ejemplo: decir que no a una invitación que no quieres, expresar desacuerdo con alguien cercano o decidir por ti misma sin consultar constantemente.
La fobia social te empuja a evitar situaciones que generan ansiedad, y eso puede incluir desde hablar por teléfono hasta salir a hacer una gestión sencilla. Al principio puedes intentar hacerlo sola, con esfuerzo. Pero cuando ves que alguien de confianza puede ayudarte ,porque lo hace por ti, o contigo, se vuelve muy difícil prescindir de ese apoyo.
Con el tiempo, esa ayuda se convierte en una necesidad, y ahí nace una forma de dependencia práctica. No haces ciertas cosas sola porque no puedes, o porque ya no sabes si podrías. Y eso recorta tu autonomía.
Reflexión final: No es fácil hablar de esto. Porque nos han enseñado que la independencia es señal de fortaleza, y la dependencia, de debilidad. Pero cuando vives con fobia social, la fortaleza a veces consiste en reconocer tus límites y entender que el apoyo no siempre es una cadena. Aunque sí lo puede ser, si ese apoyo sustituye por completo tu capacidad de moverte, de decidir, de ser.
Yo sigo buscando ese equilibrio. Entre agradecer la ayuda y no perderme a mí misma. Entre dejarme cuidar sin convertirme en alguien que ya no se atreve a intentarlo sola.
Siguiente efecto colateral: La ausencia que pesa: no tener pareja, familia propia o amigos cerca → Soledad y falta de vínculos afectivos.


No hay comentarios:
Publicar un comentario