INTRODUCCIÓN
Salir de casa y enfrentarse a otras personas debería venir con un manual de instrucciones. Para un fóbico social, cada encuentro puede ser un mini-apocalipsis y cada mirada ajena un examen sorpresa de torpeza social. Prepárate para descubrir lo imprevisible, absurdo y, a veces, hilarante del ridículo cotidiano.
El arte de hacer el ridículo
Manual exprés de supervivencia social
Puedes tropezar con tus propios pies justo cuando te sientes confiada caminando por la calle. O entrar a un sitio y elegir la puerta equivocada, empujando hasta casi dislocarte el hombro, y que alguien te diga “es la otra” mientras finges examinarla como detective profesional.
Y, hasta, asentir a algo absurdo como si fueras filósofa griega, sin entender nada.
Momentos de confusión y caos
El ridículo también aparece en situaciones más absurdas:
- Confundir la bolsa de la compra con la de otra persona y salir con el paquete equivocado.
- Equivocarte de fila y que te toque la más lenta, mientras observas a los demás sin entender por qué avanzan más rápido.
- Mandar un mensaje al contacto incorrecto y tener que enviar un “ups” que nadie lee.
- Reírte de algo que nadie dijo y fingir que estabas pensando en otra cosa.
- Llevar la mochila por delante en una tienda y enganchar objetos sin darte cuenta.
- Intentar abrir un bote y que se te escape como pistola de confeti.
Recuerdos implacables
Lo peor es que nadie recuerda estos momentos más de diez segundos… excepto tú. Los guardas como si fueras a testificar en un juicio: la vez que saludaste a la persona equivocada, la vez que reíste a destiempo o dijiste “igualmente” cuando el camarero te deseó buen provecho. Ese es tu Netflix mental.
Por qué nos importa tanto
Creemos que el mundo está pendiente de nosotros. Nota: no lo está. Cada persona está ocupada en su propio ridículo. Pero intenta explicárselo a tu cerebro fóbico, que graba cada metedura de pata en resolución 4K y la reproduce en bucle.
Consejos exprés para sobrevivir al ridículo
- Si tropiezas, conviértelo en un paso de baile improvisado.
- Si no entiendes algo, repite la última palabra con cara de interés.
- Si la puerta no abre, cambia de dirección con estilo.
- Si tu mochila engancha objetos, sonríe y sigue caminando.
- En grupo, usa gestos mínimos y sonríe al final de cada frase, aunque no haya broma.
- Si necesitas huir, inventa una excusa elegante: baño, saludo rápido o revisar el móvil.
- Y siempre, siempre, ríete de ti mismo antes de que lo hagan los demás.
Conclusión
Al final, el ridículo es inevitable. Mejor tomarlo con humor y fingir que todo estaba planeado. Porque todos, absolutamente todos, llevamos un ridículo en potencia.
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