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sábado, 23 de agosto de 2025

INTRODUCCIÓN

Salir de casa y enfrentarse a otras personas debería venir con un manual de instrucciones. Para un fóbico social, cada encuentro puede ser un mini-apocalipsis y cada mirada ajena un examen sorpresa de torpeza social. Prepárate para descubrir lo imprevisible, absurdo y, a veces, hilarante del ridículo cotidiano.

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El arte de hacer el ridículo

Manual exprés de supervivencia social

Puedes tropezar con tus propios pies justo cuando te sientes confiada caminando por la calle. O entrar a un sitio y elegir la puerta equivocada, empujando hasta casi dislocarte el hombro, y que alguien te diga “es la otra” mientras finges examinarla como detective profesional. 

Y, hasta, asentir a algo absurdo como si fueras filósofa griega, sin entender nada.


Momentos de confusión y caos

El ridículo también aparece en situaciones más absurdas:

  • Confundir la bolsa de la compra con la de otra persona y salir con el paquete equivocado.
  • Equivocarte de fila y que te toque la más lenta, mientras observas a los demás sin entender por qué avanzan más rápido.
  • Mandar un mensaje al contacto incorrecto y tener que enviar un “ups” que nadie lee.
  • Reírte de algo que nadie dijo y fingir que estabas pensando en otra cosa.
  • Llevar la mochila por delante en una tienda y enganchar objetos sin darte cuenta.
  • Intentar abrir un bote y que se te escape como pistola de confeti.

Recuerdos implacables

Lo peor es que nadie recuerda estos momentos más de diez segundos… excepto tú. Los guardas como si fueras a testificar en un juicio: la vez que saludaste a la persona equivocada, la vez que reíste a destiempo o dijiste “igualmente” cuando el camarero te deseó buen provecho. Ese es tu Netflix mental.


Por qué nos importa tanto

Creemos que el mundo está pendiente de nosotros. Nota: no lo está. Cada persona está ocupada en su propio ridículo. Pero intenta explicárselo a tu cerebro fóbico, que graba cada metedura de pata en resolución  4K y la reproduce en bucle.


Consejos exprés para sobrevivir al ridículo

  • Si tropiezas, conviértelo en un paso de baile improvisado.
  • Si no entiendes algo, repite la última palabra con cara de interés.
  • Si la puerta no abre, cambia de dirección con estilo.
  • Si tu mochila engancha objetos, sonríe y sigue caminando.
  • En grupo, usa gestos mínimos y sonríe al final de cada frase, aunque no haya broma.
  • Si necesitas huir, inventa una excusa elegante: baño, saludo rápido o revisar el móvil.
  • Y siempre, siempre, ríete de ti mismo antes de que lo hagan los demás.

Conclusión

Al final, el ridículo es inevitable. Mejor tomarlo con humor y fingir que todo estaba planeado. Porque todos, absolutamente todos, llevamos un ridículo en potencia.


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