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martes, 5 de agosto de 2025

Hola ¿Qué tal ?


INTRODUCCIÓN

Hay cosas en la vida que deberían venir con manual de instrucciones. Como montar en bici, hacer la declaración de la renta o... saludar a alguien por la calle. Sí, saludar. Ese gesto aparentemente simple que se convierte en una prueba de supervivencia para quienes tenemos fobia social (o sentido del ridículo en general).

Porque no es solo decir “hola”, no. Es un examen sorpresa de percepción social, reflejos, cálculo de distancias y lectura de intenciones. Y claro, tú sin estudiar.

¿Que exagero? Te invito a leer este monólogo y luego me cuentas si no es como desactivar una bomba con una sonrisa falsa.

MONÓLOGO


Saludar a alguien por la calle
debería contar como deporte extremo. No exagero: tienes que calcular distancia, reconocer caras a velocidad absurda, mantener la compostura y encima parecer normal. Todo en tres segundos.

Primera fase: ¿esa persona me conoce o solo se parece a alguien? Porque si la saludo y no es quien creo, quedo como una loca sociable que va repartiendo “holas” al azar. Pero si no saludo y sí era, ya está: soy la borde oficial del barrio.

Segunda fase: el protocolo. Porque no es lo mismo saludar a un amigo que a un vecino, que al del trabajo, que a alguien que te suena pero no sabes de qué. Hay que adaptar el tono, el gesto, la sonrisa, todo. Como si fueras una azafata emocional.

Y luego está la trampa final: el “¿Hola, qué tal?”. Una frase aparentemente inofensiva, pero con doble filo. Porque si solo dices “hola” quedas seca. Si preguntas “¿qué tal?”, puede que te contesten y entres en terreno pantanoso: conversación espontánea.

Peor aún es el combo final: “Hola, ¿qué tal?” seguido de un “¿y qué tal todo?”. ¿Todo? ¿Me estás pidiendo que resuma mi vida en medio minuto mientras cruzamos la calle? Eso no es un saludo, es una evaluación oral sin previo aviso.

Pero luego dicen: “Si solo es un saludo”. Claro. Como si no hubiera 27 formas de hacerlo mal.


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