No es una frase que diga en voz alta, pero está ahí: “no soy lo suficientemente interesante”. Esa creencia silenciosa condiciona cómo hablo, cómo me muevo, cómo actúo cuando estoy con otras personas.
Sé que no es una verdad. Pero se siente como si lo fuera. Cuando se repite tantas veces en mi cabeza, acaba teniendo efecto. No porque sea real, sino porque actúo como si lo fuera: hablo poco, evito mostrarme tal como soy y me esfuerzo demasiado por agradar. Al final, me convenzo de que no tengo nada que aportar.
Esto encaja con lo que Aaron Beck (el creador de la terapia cognitiva) llamó distorsiones cognitivas: errores de pensamiento que distorsionan nuestra percepción. Algunas muy comunes en ansiedad social son:
- Inferencia arbitraria: sacar conclusiones sin evidencia. “No les interesa lo que digo”.
- Lectura de pensamiento: asumir lo que otros piensan sin base real. “Creen que soy aburrida”.
- Generalización excesiva: una experiencia negativa = “siempre será así”.
Puedes consultar una explicación clara y accesible en este enlace:
Distorsiones cognitivas de Beck – orientacionpsicologica.es
Otro modelo influyente es el de Clark y Wells (1995), que describe cómo las personas con ansiedad social mantienen estas creencias automáticas negativas al evitar situaciones incómodas. Según este enfoque:
- La atención se centra en uno mismo, como si estuviera observándome constantemente.
- Se activan conductas de seguridad: evitar la mirada, hablar poco, sonreír forzadamente.
- Después se repasa lo ocurrido y se juzga como negativo, aunque no haya evidencia.
Nota: El artículo original de Clark y Wells no está disponible gratuitamente; solo puede consultarse en plataformas académicas o de pago.
No hay comentarios:
Publicar un comentario