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sábado, 22 de marzo de 2025

Metáfora: El cuerpo delator



Introducción personal 

Siempre me ha parecido injusto que mi propio cuerpo sea el primero en exponerme. Antes incluso de que pueda procesar lo que está pasando, ya ha reaccionado por su cuenta. No me pregunta si quiero sonrojarme, si quiero temblar, si quiero que mi voz se corte en el peor momento. Simplemente lo hace, sin avisar y sin darme opción a detenerlo. 

 La metáfora: 
El cuerpo delator

Es como tener un cómplice traicionero, alguien que en el momento menos oportuno grita a los cuatro vientos lo que intento ocultar. Da igual lo que diga o haga, mi cuerpo siempre encuentra la manera de desmentirme. Si quiero parecer tranquila, mis manos empiezan a sudar. Si intento responder con seguridad, mi voz me traiciona. Si trato de disimular, mi rostro se delata. 

 No importa cuántas veces haya vivido la misma situación, nunca sé cómo va a reaccionar. A veces parece que todo está bajo control, que esta vez no pasará… pero basta un pequeño detonante para que mi cuerpo decida hablar por mí otra vez. Y entonces todo se vuelve aún peor, porque sé que los demás lo ven.

 Reflexión final

Me gustaría poder convencer a mi cuerpo de que no hace falta reaccionar así, que no hay peligro real. Pero no me escucha. Funciona con su propia lógica, ignorando por completo lo que quiero. Y al final, lo peor no es la reacción en sí, sino la sensación de no tener el control ni siquiera sobre mí misma.








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