La fobia social no solo nos hace imaginar cómo nos ven los demás, sino que también moldea nuestra forma de actuar, creando un bucle difícil de romper. A veces, nuestras inseguridades distorsionan la realidad y nos convencemos de que causamos una impresión negativa sin motivo. Pero otras veces, nuestro nerviosismo o evitación pueden llevar a que realmente se nos perciba como pensamos.
Aquí dejo siete situaciones en las que pienso como pueden verme
Si en un grupo no hablo y sonrío sin decir nada, pienso que los demás creen que solo finjo interés y que, en realidad, estoy deseando irme. Pero lo cierto es que, aunque me interese la conversación, no siempre sé cómo aportar algo sin que suene forzado o fuera de lugar.
Si estoy en una conversación y noto que alguien me mira mientras hablo, siento que me observan demasiado y empiezo a pensar que algo en mi cara o en mi expresión es raro. En mi cabeza, los demás están analizando cada mínimo detalle de lo que digo y cómo lo digo.
Si alguien me hace una pregunta y tardo en responder, imagino que piensan que soy lenta o torpe. Pero en realidad, mi mente se llena de opciones sobre cómo contestar, como si tuviera que elegir las palabras perfectas antes de hablar.
Si intento intervenir en una conversación y me interrumpen, me quedo en silencio y asumo que lo que iba a decir no era importante. En mi mente, los demás creen que no tengo nada interesante que aportar.
Si salgo a la calle y noto que la gente me mira, creo que algo en mí destaca de forma negativa: mi forma de caminar, mi ropa, mi expresión. Me siento expuesta, como si fuera obvio que estoy incómoda en público.
Si en una reunión o evento me quedo en un rincón sin acercarme a nadie, pienso que los demás creen que soy antisocial o que no quiero estar ahí. Pero lo cierto es que la idea de meterme en un grupo ya formado y empezar a hablar me paraliza. No quiero parecer forzada ni interrumpir, así que prefiero quedarme al margen.
Si me cruzo con alguien que conozco y no sé si saludar o no, me quedo en una especie de limbo incómodo. Si saludo, temo que la otra persona no me haya reconocido o que parezca demasiado forzado. Si no saludo, imagino que piensan que soy borde o que los ignoro a propósito.
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