Introducción personal:
La metáfora: la marca invisible
Es como una quemadura antigua. La herida ya no está abierta, pero la piel sigue siendo más sensible en ese punto. Basta con un simple roce para que el dolor vuelva, como si la herida nunca hubiera cerrado del todo.
Así funciona el miedo en mi mente. No es la situación lo que me asusta, sino la posibilidad de sentir lo que ya sentí antes. No es el presente lo que me inquieta, sino el recuerdo de cómo fue antes y la certeza de que puede volver a ocurrir. No necesito estar en peligro real para que mi cuerpo reaccione como si lo estuviera. Basta con saber que en el pasado me paralicé, que el miedo me dejó sin aire, para que la ansiedad vuelva a aparecer antes siquiera de que ocurra algo.
No importa cuántas veces me diga que ahora es diferente, que esta vez no hay razón para sentirme así. La marca está ahí. Y, aunque a simple vista no se vea, sigue siendo un punto débil, un lugar donde el miedo siempre encuentra la forma de hacer daño.
Reflexión:
El problema de estas marcas invisibles es que engañan. Hacen que algo que pertenece al pasado parezca estar ocurriendo ahora. Me llevan a evitar situaciones no porque sean peligrosas, sino porque una vez lo fueron o porque temí que lo fueran. Y así, el miedo se mantiene vivo, protegiéndome de algo que tal vez ni siquiera existe. Pero saberlo no lo hace desaparecer.
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