Introducción
Encantado de no conocerte: guía exprés para sobrevivir a fiestas y desconocidos
Conocer gente nueva debería estar prohibido. En 0,2 segundos deciden si eres simpática, rara o material para evitar en la próxima cena. La teoría dice: “Sonríe, da la mano, di tu nombre”. La práctica real es: “¿Sonrío demasiado? ¿Muy poco? ¿Y si me suda la mano? ¿Y si digo mi nombre mal?”.
Una vez casi me presento como “Buenas noches, soy… pánico escénico”. Y otra vez, en un evento, me preguntan “¿Y tú a qué te dedicas?” Respuesta automática de mi cerebro: “A sobrevivir a conversaciones como esta”. Pero claro, no se puede decir. Así que balbuceas, metes una risa incómoda y rezas para que nadie te pida ampliar la información.
En fiestas, el nivel de dificultad se dispara. Música alta, desconocidos por todos lados, gente que baila… Todo empieza en la puerta: sueltas el tímido “Hola” y ya sientes que te miran. Nota: no. Tu cabeza solo hace drama. Una vez estuve de pie junto a la mesa de comida, tratando de aparentar naturalidad, y alguien me preguntó “¿Conoces a alguien aquí?” Solo pude asentir como un robot averiado.
Primer obstáculo: ¿dónde colocarte? En medio estorbas, en una esquina pareces sospechosa. Solución: barra libre o mesa de comida. Mano en plato, apariencia de socializar y escudo protector al mismo tiempo. Y si alguien propone bailar… olvídalo: no tienes ganas y además acabas siendo el espectáculo involuntario de la noche.
Luego llega la pregunta de rigor: “¿Te lo estás pasando bien?” Respuesta automática: “Sí, claro”. Traducción real: “Estoy pensando en desaparecer como Houdini, gracias por preguntar”.
Consejos exprés:
- El escondite perfecto: cerca de la mesa de comida. Socializas y no te expone
- Comodín del móvil: revisa la pantalla de vez en cuando. Mejor ocupado que perdido.
- Excusa elegante: “voy al baño” o “voy a saludar a alguien” funcionan siempre.
- Pregunta comodín: “¿Y cómo conoces al anfitrión?” Funciona en cualquier situación.
- Recuerda: nadie te observa tanto como crees. Cada uno está concentrado en su propio desastre.
Si alguna vez me ves en un evento o fiesta y no te saludo, no es que sea borde. Es que conocerte ya es un deporte de riesgo extremo. Y sí, a veces sobrevivir implica simplemente sentarse con la copa en la mano y esperar que la noche termine.
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