A veces me despierto con una sensación que no sé muy bien cómo explicar. No es tristeza, no es angustia, tampoco es nostalgia. Es más bien un vacío raro, como si hubiera llegado tarde a mi propia vida. Como si hubiese estado siempre en la sala de espera, escuchando cómo llaman a otros, mientras yo sigo aquí, con el turno en la mano, pero sin atreverme a levantarme.
Me pesa el tiempo. Me pesa lo que no viví. Las oportunidades que no tomé, los caminos que no recorrí, las personas que dejé pasar porque me aterraba acercarme. Es como si todo eso se hubiera ido acumulando dentro de mí, formando una especie de duelo invisible por una vida que no llegué a vivir. Y lo peor es que muchas veces siento que ni siquiera fue mi culpa del todo. Que hubo algo más fuerte que yo, una fuerza que me agarraba del brazo cada vez que intentaba moverme. Algo que me decía: no vas a poder, no es para ti, mejor quédate donde nadie te vea.
La fobia social tiene esa forma sutil de robarte los años. No de golpe, no con dramatismo, sino poco a poco, casi sin que te des cuenta. Un “no voy” hoy, un “mejor no hablo” mañana, un “quizá más adelante” que nunca llega. Y cuando te das cuenta, han pasado los días, los meses, los años. Y sientes que todo lo que debía ser el inicio se ha convertido en final sin haber pasado por el medio.
Es difícil hablar de esto sin que duela. Porque una parte de mí todavía guarda esperanzas, aunque sean pequeñas. Pero otra parte está cansada de intentarlo. Porque el mundo sigue girando como si nada, como si no doliera quedarse atrás. Como si no pasara nada por vivir medio escondida, medio callada, medio ausente.
Pero sí pasa. Pasa dentro. Pasa cada vez que veo una foto antigua y pienso en lo que podría haber sido. Pasa cada vez que alguien me pregunta qué he hecho en los últimos años y me quedo en blanco. Pasa cada vez que me miro al espejo y siento que mi vida es un borrador que nunca se terminó de escribir.
Y aun así, aquí estoy. Escribiendo. Respirando. Quizá no haya empezado la vida como esperaba, quizá no haya vivido todo lo que soñaba, pero sigo aquí. Y mientras siga aquí, existe la posibilidad, aunque pequeña, aunque frágil, de empezar un pedacito hoy. Solo uno. Porque aunque no sea el inicio que quería, quizá aún no sea demasiado tarde para comenzar de alguna forma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario