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martes, 15 de abril de 2025

Reflexión: intermedio de metáforas y del corazón que insiste, aún sabiendo que no basta



Hay días en los que siento que me he pasado la vida justificándome. Intentando explicar lo que me pasa, lo que siento, por qué actúo como actúo. Y aun así, muchas veces no basta. Porque no se ve. Porque no se entiende. Porque no encaja en lo que se espera. 

 Pero últimamente hay algo que me pesa más que todo eso: el cansancio de tener que explicarlo todo una vez más. 

 No quiero tener que detallar por qué no fui, por qué me cuesta hablar, por qué me aparto. No quiero convertir cada gesto en una lección sobre fobia social, ni cada silencio en un acto de defensa personal. No quiero tener que poner palabras a lo que muchas veces me cuesta entender. 

 A veces solo quiero que alguien me mire y diga: “Lo veo. Debe de ser difícil. Estoy aquí.” Y ya está. Sin análisis. Sin consejos. Sin intentar arreglar nada. Solo estar.

 Porque detrás de cada decisión que parece extraña, hay un proceso interno agotador. Detrás de cada “no puedo”, hay un millón de intentos mentales. Detrás de cada silencio, hay ruido. Mucho ruido. 

 Y sin embargo, aquí estoy. Escribiendo esto. Otra vez. Intentando encontrar una forma más. Una manera nueva. Usando metáforas, imágenes, comparaciones, con la esperanza de que esta vez sí cale. De que esta vez alguien, al menos uno, lo entienda un poco mejor. 

 Aunque sé que hay quien nunca entenderá, yo insisto. Como quien golpea suavemente un muro de cristal esperando que un día se agriete. Como quien lanza un mensaje en una botella sabiendo que quizá se pierda, pero también que quizá llegue. 

 Porque yo no he dejado de intentarlo. Porque hay un deseo que me sostiene: el de ser comprendida. No por todo el mundo. No siempre. Pero por alguien. En algún momento. 

 Y no hay alivio más grande que sentir que alguien, aunque sea una sola persona, te ve de verdad… y no te exige nada.

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