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lunes, 21 de abril de 2025

Metáfora : Una llave que no encaja. Discapacidad



Introducción personal:

Hay algo que no se dice lo suficiente sobre la fobia social y es que puede llegar a ser una discapacidad. Una que no se ve, que no lleva muletas ni papeles oficiales a simple vista, pero que te impide acceder a una vida funcional. No se trata solo de miedo a hablar o a salir. Se trata de que no puedes trabajar, no puedes participar de las cosas básicas que todo el mundo da por hechas.

Y lo más doloroso es que, desde fuera, no se ve. Nadie lo entiende. Y tú misma, muchas veces, dudas de si tienes derecho a llamarlo por su nombre: discapacidad. He intentado encajar. 

He probado terapias, esfuerzos infinitos. Y, sin embargo, muchas veces siento que estoy ante puertas cerradas. Puertas que todas las personas deben atravesar para seguir adelante: la del trabajo, la de las relaciones, la de la independencia. Pero yo no tengo la llave adecuada.

Metáfora

 


Y esa es la metáfora: tener una llave que no encaja. No porque no la haya forjado con esfuerzo, sino porque el sistema ha fabricado cerraduras para otro tipo de vidas. Para las que pueden hablar sin bloqueos, moverse sin ansiedad, pedir sin pánico, mostrarse sin miedo.

Yo tengo mi llave, claro que sí. La he trabajado con todo lo que tenía. Pero cuando me acerco a esas puertas, no gira. No abre. No sirve.

¿Y entonces qué haces? ¿Qué hace una persona cuando no puede encajar en las vías “normales”? ¿Qué se supone que tiene que hacer si no puede trabajar, si no puede participar del mundo como se espera? ¿En qué lugar se queda ? ¿Cómo se sobrevive en una sociedad que solo reconoce una forma de funcionar?

La fobia social no es solo un problema de timidez o de autoestima. Es una condición que puede impedirte vivir con autonomía. Que puede dejarte fuera de todo, aunque estés llena de capacidades que no se ven, o que no encajan en los moldes habituales.

Y lo que duele no es solo la fobia. Duele también el silencio social que la rodea. La falta de reconocimiento. La sensación de que no tienes derecho ni a existir si no produces, si no funcionas, si no cumples.

Quizá ha llegado el momento de nombrar lo innombrado. De decir, con todas las letras, que cuando una condición mental te impide vivir, eso también es discapacidad. Y que también mereces apoyo.

Mi caso


En mi caso, me concedieron el 33% de discapacidad, imagino que porque iba unido a un trastorno de personalidad evitativo, que se considera más permanente y difícil de tratar. Más adelante, por problemas físicos de salud, me subieron el grado al 65%. Con este porcentaje, en teoría, ya correspondería una pensión. Pero no me la conceden porque convivo con una persona con recursos, y por esa razón me consideran “no necesitada”. Es decir: si viviera sola, la tendría. Pero necesito ayuda para vivir, no puedo hacerlo sola, y por eso no me dan nada. Estoy vendida.

Además, he leído algunas resoluciones judiciales que han reconocido la incapacidad permanente por agorafobia, pero hasta ahora no he leído  ninguna por fobia social. Parece que aún no se entiende su alcance real, como si fuera solo un problema de timidez y no algo que puede incapacitarte por completo para trabajar.

Este es solo un ejemplo entre muchos. 


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