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domingo, 3 de agosto de 2025



SOY EL ÚNICO QUE SE SIENTE ASÍ 


Durante muchos años, tuve la sensación de estar sola en lo que vivía. No era solo una soledad física, sino algo más profundo: una especie de certeza interior de que lo que me pasaba no le pasaba a nadie más. No conocía a nadie que evitara hablar por miedo a tartamudear, ni a nadie que se quedara en blanco solo porque alguien le había mirado. Tampoco había oído a nadie decir que salir a la calle le producía una especie de vértigo invisible. Así que llegué a la conclusión de que debía de ser cosa mía. Una rareza. Una tara personal.
Y esa idea ,que parecía inofensiva, incluso lógica, se convirtió en una de las creencias más dañinas que he arrastrado: la de pensar que yo era la única que se sentía así.

El aislamiento dentro del aislamiento

Una de las trampas más crueles de la fobia social es esta: no solo te empuja a aislarte, sino que además te convence de que nadie más vive lo que tú. Y esa combinación es devastadora. Porque si estás mal, pero al menos sabes que hay más personas pasando por lo mismo, puedes sentir cierto consuelo, un hilo de conexión. Pero si crees que eres la única, lo que sientes es algo más cercano a la vergüenza. A veces incluso culpa. Como si no solo te pasara algo malo, sino que encima no deberías estar sintiéndolo.
Empiezas a preguntarte qué has hecho mal para ser así. Por qué los demás pueden vivir tranquilos y tú no. Y como nadie habla abiertamente de estas cosas, la idea se refuerza: claro, si nadie más lo dice, será porque solo me pasa a mí.

No eres la única. Nunca lo fuiste.

Si algo he aprendido con el tiempo ,y gracias a poder leer, escuchar y compartir con otras personas, es que esta creencia es simplemente falsa. Hay muchas personas que sienten lo mismo, que atraviesan los mismos miedos, que se paralizan ante lo que parece una situación trivial. Lo que ocurre es que, como tú, lo esconden. También sienten vergüenza. También creen que están solos.
Y eso crea una especie de silencio colectivo. Nadie habla de lo que duele, y entonces parece que nadie más lo sufre. Pero debajo de ese silencio hay voces temblorosas, parecidas a la tuya, que desearían poder decir: a mí también me pasa.

Romper la invisibilidad

Cada vez que alguien se atreve a contar lo que vive con fobia social, por pequeño que sea el gesto, rompe un poco esa barrera. Hace que otra persona, en silencio, piense: no soy la única. Y ese pensamiento, aunque no lo parezca, tiene una fuerza inmensa. Puede ser el primer paso para dejar de sentirte un error.
Tú no eres un error. Lo que sientes no te hace menos válida. Solo te hace humana.
Y aunque a veces parezca que estás sola en un mundo lleno de gente segura de sí misma, no lo estás. Hay muchas más personas sintiéndose igual. Y todas merecemos el derecho a comprendernos, acompañarnos y sanar.


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