INTRODUCCIÓN
Hay cosas que sabes hacer sin pensar: escribir, abrir una botella, pagar con tarjeta… hasta que alguien te mira. Entonces, tu cerebro dice “suerte con eso” y te deja solo ante el peligro. Porque cuando tienes fobia social, basta con sentirte observado para perder todas tus habilidades básicas. Da igual lo que estés haciendo. En cuanto hay público, entras en modo torpe.
MONÓLOGO
Alguien te está observando. No con mala intención. Solo… mirando. Y en ese momento, entras en pánico silencioso.
—¿Estoy sujetando bien el boli? ¿Así escribe la gente normal? ¿Por qué mi mano parece de goma?
Intentas seguir como si nada, pero ya no controlas nada. De repente te fijas en cada trazo, en cada movimiento, y todo se vuelve raro. Empiezas a escribir más lento. O más rápido. O simplemente mal.
O estás pagando. Vas a meter el pin en la máquina. —Vale, cuatro números, sin equivocarme, sin temblar, sin parecer una señora de 97 años aprendiendo tecnología.
Y entonces se te cae la tarjeta. O pulsas mal. O metes el pin en el lector de contacto. O intentas pagar con el DNI. Todo vale.
O estás abriendo una botella de agua. Algo tan básico que podrías hacerlo dormido. Pero claro, hay alguien mirando. —¿Giro en sentido horario o antihorario? ¿Por qué esta tapa no se abre? ¿Y si explota?
Todo se vuelve difícil. Tu cuerpo no responde con naturalidad. Pareces una persona imitando a otra persona que intenta parecer natural. Y lo peor es que lo sabes. Y eso te pone aún más nervioso.
Cuando por fin acabas la tarea, respiras. Como si hubieras hecho una prueba de habilidad bajo presión. Nota: nadie te estaba evaluando. Pero tu cabeza sí.
Resumen: Cuando tienes fobia social, no es que no sepas hacer las cosas. Es que, si alguien te mira mientras las haces, dejas de saber. Como por arte de magia. Pero al revés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario