COMPARTIR

domingo, 31 de agosto de 2025


Introducción

Dicen que socializar es lo más natural del mundo. Claro, para quien no tiene un sistema nervioso que entra en pánico con solo hacer contacto visual. Para algunas personas, hablar con desconocidos es una oportunidad. Para otras, es como enfrentarse a una entrevista de trabajo sin haber dormido en tres días. Si tú también eres de las que ensaya un “hola” mentalmente diez veces antes de decirlo, este monólogo es para ti.


Manual rápido para socializar sin morir (de vergüenza)

Monólogo y consejos de supervivencia para encuentros sociales imposibles

Hay un momento mágico en toda conversación incómoda, ese en el que alguien te suelta: “Cambia tu manera de socializar”. Y es como si te pidieran aprender a volar usando una cuchara y una tostadora. Porque socializar no es enchufar un aparato: no hay botón que transforme tus frases en chispeantes ni tus silencios en momentos épicos. Cada intento es como probar una receta inventada: a veces sabe raro, otras veces directamente explota en la cara de todos.

Lo más surrealista es cuando te dicen esto justo mientras estás haciendo malabares para que tu comentario suene inteligente, tu risa parezca natural y tu cabeza no piense en mil formas de actuar normal. Como si no supieras ya que la mayoría de las veces tu cerebro decide lanzar confeti imaginario sobre tus meteduras de pata.

Es como pedirle a un 🐧 pingüino que conduzca un coche de Fórmula 1: puede que sea adorable, pero el resultado será… caótico. Así que la próxima vez que alguien me diga “cambia tu manera de socializar”, sonrío, asiento y pienso: “Perfecto. Voy a improvisar mi número de circo personal: malabarismos verbales, acrobacias de sonrisa y, de bonus, el show de mímica de ‘no entiendo nada pero finjo que sí’”.

Manual de supervivencia express 📝

  • 🕵️‍♀️ Llevar siempre un repertorio de excusas rápidas: útil para escapar o ganar tiempo.
  • 😅 Sonreír aunque no tengas idea de lo que pasa: funciona como escudo universal..
  • 🤯 Tu cerebro puede hacer cosas raras, pero tu cara no tiene por qué notarlo.
  • 🎭 Actúa como un actor: aparenta normalidad aunque sea un caos.
  • ✨ Cada desastre social es combustible para historias mejores que las conversaciones “normales”.
  • 📱 Comodín del móvil: mirar la pantalla de vez en cuando da sensación de ocupado y evita presión.
  • 🚪 Excusa elegante: “voy al baño” o “voy a saludar a alguien” siempre funciona.
  • 👀 Recuerda: la mayoría de la gente está concentrada en su propio desastre, no en ti.
  • 🍽️ Escoge tu escondite estratégico: cerca de la comida o la barra, socializas sin exponerte demasiado.
  • 🎵 Música de fondo: úsala a tu favor para cubrir silencios incómodos y ganar confianza.

Vida secreta de un fobico


Introducción

¿Quién dijo que la vida cotidiana era sencilla? Para un fóbico social, hasta saludar a un vecino puede sentirse como protagonizar una película de acción: cada mirada es un examen sorpresa y cada conversación trivial, una misión imposible. Si alguna vez te has sentido observado, juzgado o a punto de cometer un desastre invisible, prepárate para adentrarte en la vida secreta de quienes sobreviven a diario a su propio apocalipsis social, con humor y un poquito de ironía



La vida secreta de un fóbico social 

¿Quién dijo que relacionarse con otras personas era algo normal? Para un fóbico social, cada encuentro es un mini-apocalipsis y cada mirada ajena un examen sorpresa de torpeza social.

Entrar en una habitación llena de gente es un deporte extremo: intentas pasar desapercibido, calcular quién habla primero y, de paso, no derramar la bebida que llevas en la mano. Todo al mismo tiempo.

Cosas que solo saben los fóbicos sociales:

  • Planear mentalmente cada interacción, incluso la más trivial, como si prepararas un guion para una película de acción.
  • Elegir la silla o el lugar más alejado, como si fueras a esconderte de una persecución internacional.
  • Imaginar las 50 formas posibles de meter la pata antes de decir “hola”.
  • Tensar los hombros para parecer confiado mientras por dentro estás congelado.
  • Tener listas excusas creativas para huir de cualquier plan social que se presente de repente.
  • Analizar cada interacción después de que ocurrió, como si fueras un detective de tu propia vergüenza.
  • Celebrar victorias invisibles: lograr decir algo sin sentir que el mundo se te viene encima.

Las conversaciones son minas escondidas: cada frase pasa por un escáner de seguridad más estricto que el de un aeropuerto en plena crisis. ¿Y si digo algo ridículo? Mejor quedarse callado y que piensen que eres misterioso.

Y lo mejor de todo: “Tienes que salir más, socializar, hacer amigos”. Claro, porque es tan fácil como darle al botón de encender la cafetera. Para un fóbico social, salir es como escalar el Everest sin cuerda ni oxígeno.

La vida secreta de un fóbico social es un juego de supervivencia contra un mundo empeñado en que seas “más sociable”. Nota : el silencio es tu escudo, y la invisibilidad, tu superpoder.


Lenguaje corporal


El ritual de revisar el lenguaje corporal para asegurarse de que no se está enviando señales de debilidad

 1. La postura perfecta 🤖

Cada vez que entro en una conversación, comienza el ritual. Evalúo mi postura: ¿estoy erguida? ¿Demasiado rígida? ¿Parezco alerta o como si hubiera entrado en modo robot? Luego vienen las manos: ¿las cruzo, las dejo colgando o en los bolsillos? Cada opción parece enviar un mensaje diferente. No quiero que nadie interprete “débil” lo que en realidad es solo miedo a equivocarme… o a parecer un espantapájaros.

 2. La cara y la mirada 😬

Mientras hablo, reviso mi expresión facial:

  • ¿Sonrío demasiado y parezco robot feliz? 🤖
  • ¿Sonrío demasiado poco y parezco villano de película? 😈
  • ¿Mi mirada es firme o huidiza? ¿Transmite calma o terror silencioso? 😳

Todo se analiza como un examen de la NASA. Y mientras hago esto, pienso: “Seguro que ya notaron mis movimientos secretos y mi plan maestro de control facial”.

 3. La distancia y los gestos ↔️

Analizo la distancia: ¿demasiado cerca o lejos? Cada paso es un campo minado de interpretaciones. Mis gestos también pasan por revisión: ¿levanto la ceja? ¿Muevo la cabeza demasiado? ¿Parecerá que estoy de acuerdo o que estoy tramando un golpe secreto? Todo esto mientras intento hablar “normal” y no parecer que hago malabares con mi propio cuerpo.

 4. Reuniones de grupo 👥

  • Observo quién me mira, quién sonríe, quién parece amigable y quién juzga. 👀
  • Si alguien se inclina hacia mí, ¿es cercanía o amenaza mortal? ⚠️
  • Si alguien cruza los brazos, ¿está incómodo o planea acusarme de cualquier error social? 🤨

Todo es un código secreto que debo descifrar mientras finjo una sonrisa que no traicione mi caos interno. 😅

 5. Saludos y primeras impresiones ✋

Dar la mano, un simple “hola” o un abrazo puede ser un campo minado. Mi mente calcula:

  • Fuerza de la mano: ni floja ni como si quisiera quebrar la suya. 💪
  • Inclinación de la cabeza: ni muy seria ni como si quisiera besar el suelo. 🙃
  • Tiempo de la mirada: suficiente para parecer atenta, pero sin obsesionarme con cada parpadeo. 👁️

Todo esto mientras pienso: “Si me equivoco, habré arruinado mi reputación social para los próximos cinco años”. 😬

Día a día 6. Escenas del día a día ☕🛒🛗

Los cafés, tiendas y ascensores son niveles extra de dificultad:

  • En un café: pido algo y calculo la posición de los brazos y la inclinación del cuerpo. Cada sorbo es un acto de equilibrio social: ni demasiado rápido, ni demasiado lento, ni como si quisiera desaparecer entre las migas de galleta. ☕
  • En tiendas: colas, miradas ajenas y gestos mínimos se convierten en un examen silencioso. ¿Me estoy adelantando? ¿Demasiado atrás? ¿Pareceré impaciente o desesperada por aprobación? 🛒
  • Ascensores o llamadas rápidas: cada inclinación de cabeza, cambio de peso o mirada se analiza para no parecer tensa ni que estoy tramando un plan secreto digno de película de espías. 🛗

Silencio 7. Los silencios ⏱️

Cada pausa en la conversación es un examen de conciencia: ¿demasiado larga o corta? ¿Qué estará pensando la otra persona? Mantener el equilibrio perfecto entre interés y naturalidad se vuelve agotador. 😶

 8. La conclusión 😅

Al final, después de este desfile mental interminable, hablo. Tal vez torpe, tal vez ensayada, pero con la esperanza de que nadie note mis señales de debilidad. Es ridículo y agotador, pero mientras nadie vea mis movimientos internos, siento que gano la batalla del lenguaje corporal… hasta la siguiente conversación. 💪

Así, cada interacción social se convierte en un manual secreto de posturas, gestos y miradas, donde lo importante no es lo que digo, sino lo que “no se nota” que siento. Y mientras nadie descubra mi plan maestro de supervivencia social, puedo seguir adelante… con café en mano y sonrisa fingida, lista para cualquier desastre que venga. ☕😬



Instrucciones de uso para hablar conmigo

Si de verdad quieres hablar conmigo, deberías saber que no vengo sola: traigo manual de instrucciones. No es que yo lo pidiera, es que la fobia social lo instala de fábrica.

Modo saludo

Funciona así: me ves, yo te veo, y arranca el sistema. Resultado: sonrisa incómoda, mirada perdida y un “hola” que suena como si lo hubiera grabado un robot de atención al cliente. Duración máxima: cinco segundos. Después me bloqueo y ya es tarde para reiniciar.

Modo conversación

Aquí las reglas son claras: frases cortas, asentir mucho y reír en lugares aleatorios, aunque no haya entendido la broma. Si me preguntas algo demasiado personal, el sistema se congela y muestra el mensaje: “esta persona no responde, inténtelo más tarde”.

Modo grupo

Ideal para eventos, fiestas o cualquier lugar donde se reúnan más de tres humanos. Mi estrategia es pasar desapercibida. Me convierto en parte del mobiliario: planta, perchero, sombra en la pared. Si me hablas, igual contesto… pero también puede que me apague de golpe.

Modo preguntas incómodas

Ejemplo: “¿por qué estás tan callada?”. Aquí no hay solución posible. El sistema entra en bucle, se me queda cara de error y lo único que pienso es: “ojalá pudiera ser invisible”.

Modo huida

Siempre disponible. Salir al baño, revisar el móvil o inventar una excusa para marcharme antes. Lo bueno: nunca falla. Lo malo: no incluye actualización para volver a entrar sin parecer sospechosa.

En resumen: hablar conmigo es como usar un aparato delicado. No hay garantía, las instrucciones no siempre funcionan y, sobre todo, no admito devoluciones.

.


INTRODUCCIÓN

Hay cosas que sabes hacer sin pensar: escribir, abrir una botella, pagar con tarjeta… hasta que alguien te mira. Entonces, tu cerebro dice “suerte con eso” y te deja solo ante el peligro. Porque cuando tienes fobia social, basta con sentirte observado para perder todas tus habilidades básicas. Da igual lo que estés haciendo. En cuanto hay público, entras en modo torpe.

MONÓLOGO

Cuando alguien te mira mientras haces algo (y se te olvida cómo se hace)

Estás haciendo algo simple. Muy simple. Tipo escribir en un papel. Todo va bien… hasta que notas una mirada.

Alguien te está observando. No con mala intención. Solo… mirando. Y en ese momento, entras en pánico silencioso.

—¿Estoy sujetando bien el boli? ¿Así escribe la gente normal? ¿Por qué mi mano parece de goma?

Intentas seguir como si nada, pero ya no controlas nada. De repente te fijas en cada trazo, en cada movimiento, y todo se vuelve raro. Empiezas a escribir más lento. O más rápido. O simplemente mal.

O estás pagando. Vas a meter el pin en la máquina. —Vale, cuatro números, sin equivocarme, sin temblar, sin parecer una señora de 97 años aprendiendo tecnología.

Y entonces se te cae la tarjeta. O pulsas mal. O metes el pin en el lector de contacto. O intentas pagar con el DNI. Todo vale.

O estás abriendo una botella de agua. Algo tan básico que podrías hacerlo dormido. Pero claro, hay alguien mirando. —¿Giro en sentido horario o antihorario? ¿Por qué esta tapa no se abre? ¿Y si explota?

Todo se vuelve difícil. Tu cuerpo no responde con naturalidad. Pareces una persona imitando a otra persona que intenta parecer natural. Y lo peor es que lo sabes. Y eso te pone aún más nervioso.

Cuando por fin acabas la tarea, respiras. Como si hubieras hecho una prueba de habilidad bajo presión. Nota: nadie te estaba evaluando. Pero tu cabeza sí.

Resumen: Cuando tienes fobia social, no es que no sepas hacer las cosas. Es que, si alguien te mira mientras las haces, dejas de saber. Como por arte de magia. Pero al revés.

viernes, 29 de agosto de 2025

El arte del disimulo en la fobia social: técnicas básicas para sobrevivir



 DOS MONÓLOGOS :

INTRODUCCIÓN :

¿Quién dijo que la fobia social era solo quedarse callado? No, no. Aquí hay todo un arsenal de técnicas para parecer que estás presente sin que se note que en realidad estás pensando en mil cosas menos en la conversación.

Desde fingir que escuchas (aunque tu cabeza esté de viaje) hasta aparentar interés (cuando lo único que quieres es que te dejen en paz), estas estrategias son el kit de supervivencia que usamos para no acabar huyendo o diciendo alguna burrada.

En esta entrada te dejo dos monólogos para reírte de esas maniobras maestras que todos dominamos y que, seamos sinceros, a veces son la única forma de sobrevivir a las charlas sociales



1. El arte de fingir que estás escuchando cuando en realidad estás pensando en otra cosa 👂

Escuchar es fácil… cuando te importa. El problema es cuando no te importa nada, pero tienes que aparentar que sí. Ahí entra el noble arte de fingir que escuchas.

  • Modo loro 🦜: asentir cada cierto tiempo y soltar un "sí", "claro" o "totalmente".
  • Micro-eco 🔊: repetir la última palabra de la otra persona con tono reflexivo.
    Ejemplo: — "Y entonces mi jefe me dijo que tenía que cambiar el informe…"
    — "El informe sí…" (mirada profunda).
  • Modo automático 🤖: contacto visual mientras tu cerebro repasa la lista de la compra o planea cómo salir sin parecer grosero.

Fingir que escuchas no es ser falso: es cortesía social mezclada con autoprotección mental.



 2. El arte de fingir interés en la vida de los demás para evitar conversaciones incómodas 👀

  • Lanzamiento de preguntas abiertas ❓: "¿Y qué pasó después?", "¿Y eso cómo   ocurrió?", "¿Y entonces?".
  • Efecto periodista 📰: inclina la cabeza, frunce el ceño y asiente como si tomaras nota mental.
  • Silencio expectante ⏱️: callar y mirar con atención para que la otra persona siga hablando.

La magia: sales de la conversación sin revelar nada personal y la otra persona piensa que eres un gran oyente. Nota: no lo eres, solo estás sobreviviendo.

 Epílogo: la verdad del disimulo 📝

El disimulo en la fobia social no es engaño, es autopreservación.

No es que no queramos hablar… es que preferimos que la batería se gaste en cosas más importantes.

jueves, 28 de agosto de 2025

INTRODUCCIÓN

Hay muchas situaciones incómodas en la vida. Pero pocas tan universalmente humillantes como despedirte de alguien… y darte cuenta de que vais al mismo sitio. Para la mayoría es solo un momento tonto. Para quienes tenemos fobia social, es una especie de cortocircuito mental. Porque ya habías dicho adiós. Ya habías gastado tu energía social. Ya te habías quitado la “cara de persona”. ¿Y ahora qué?

MONÓLOGO

Despedirse... y seguir caminando juntos: el final que nadie pidió



Acaba una conversación. Todo ha salido más o menos bien. Has sido cordial, has sonreído en el momento justo y no has dicho ninguna barbaridad (crees). Así que, con elegancia social, cierras el encuentro:
—Bueno, pues nada, ¡nos vemos!

Os despedís. Un gesto con la mano, una sonrisa de cierre.
Das un paso. Ella también.
Segundo paso. Ella también.
Y ahí lo ves:
vais en la misma dirección.

Terror.

Porque la despedida era el final. El cierre oficial. Pero resulta que la vida ha decidido que no, que hay una escena extra. Y tú no estabas preparada.

Empieza el caos mental:
—¿Tengo que hablar otra vez? ¿Reabrimos conversación? ¿O camino en silencio como si fuéramos dos desconocidas que casualmente coinciden?

El silencio se vuelve denso. Te ríes por compromiso. Ella también. Intentas soltar alguna frase casual tipo:
—Jajaja, qué casualidad, ¿eh?
Pero suena rarísimo. Porque ya habíais hablado antes. ¿Ahora qué más puedes decir?

La caminata se convierte en una coreografía incómoda.

  • Tú aceleras un poco para separarte.
  • Ella también acelera.
  • Tú finges que miras el móvil.
  • Ella también.

Al final acabas diciendo algo como:
—Bueno, ahora sí que sí. Me desvío por aquí.
Aunque no te desvías. Pero haces como que sí. Te paras, finges que te interesa una papelera, un escaparate, una grieta en el suelo… Lo que sea para justificar que no estás caminando al lado de una persona con la que ya cerraste el ciclo social hace 15 segundos.

Resumen:
Despedirte de alguien y seguir caminando juntos es como ver los créditos de una película y que de repente empiece otra escena. Pero ya habías apagado el cerebro. Y la cara. Y las ganas.

miércoles, 27 de agosto de 2025


INTRODUCCIÓN 

Recibir un cumplido debería ser un momento agradable, ¿no? Pues no para mí. Para mí es un ejercicio de supervivencia emocional con riesgo de colapso.

Te sueltan un “qué guapa estás” y mi cerebro se apaga. Empiezo a buscar la reacción adecuada, pero es como si todas las opciones fueran un virus informático


MONÓLOGO

Reaccionar a un cumplido sin parecer un robot averiado


¿Digo “gracias” con voz normal? ¿Sonrío mucho? ¿Miro al suelo? ¿Hago un gesto raro con la mano? ¿O simplemente salgo corriendo y hago como que no he escuchado nada?

Y mientras intento decidir, el tiempo se detiene y siento que todos los ojos están clavados en mí, esperando una respuesta que no sé dar.

Pero lo peor no es eso. Es cuando el cumplido viene con segundas intenciones o en momentos raros. Tipo: “Qué guapa estás… para ser tú” (¿eso es un cumplido o una broma que no entiendo?).¿Qué significa  que normalmente no lo soy? 

¿ O que hoy hice un milagro?

También están los cumplidos con pregunta: “Qué guapa estás, ¿te has cortado el pelo?”. Ahí ya tengo que procesar dos cosas al mismo tiempo: el cumplido y la pregunta, mientras por dentro pienso “sí, me lo corté… pero, ¿qué tiene que ver una cosa con la otra?”.

Y ni hablemos de cuando el cumplido es sobre algo que ni sabía que podía recibir cumplidos: “Qué bien hablas” o “Qué lista eres”. Yo me quedo en plan: “¿Esto… cuenta como cumplido? ¿O es una auditoría?”.

Al final, termino tartamudeando un “gracias” que suena más a error de software que a gratitud. Y si no tengo cuidado, me sale una sonrisa tan falsa que ni yo me la creo.

Sé que debería aprender a aceptarlos mejor, pero cuando tienes fobia social, esas pequeñas cosas se convierten en un universo de inseguridades y dudas.

Así que, la próxima vez que me digas “qué guapa estás”, prepárate para una respuesta que puede variar entre un “gracias” raro, un silencio incómodo o una fuga rápida digna de récord olímpico.

Y ahora dime: ¿a ti también te pasa o solo soy yo? Porque si no, tendré que seguir practicando mi cara de robot feliz.


lunes, 25 de agosto de 2025

INTRODUCCIÓN

Todos tenemos esa lista mental de frases que, en vez de ayudar, te dejan pensando: “¿En serio?” 😅
Este es mi top personal: el manual no autorizado para dejar a alguien paralizado sin mover ni una hoja 📚.


“Tranquila, tú habla, que nadie te está mirando.” 👀
Claro… y yo soy invisible 🕵️‍♀️. Mejor me hago estatua 🗿.

“Solo tienes que salir de tu zona de confort.” 🗺️
Perfecto. ¿Dónde firmo para mapa 🧾, brújula 🧭,y guía 🚶‍♂️?

Sin GPS 📵 estoy perdida en un laberinto que ni Teseo resolvería.

“Es que pareces tímida, pero por dentro eres muy fuerte.” 💪
¿Me ves por dentro 🔍?
Yo solo veo un caos intentando que nadie se dé cuenta 😬.

“No te rayes tanto, que eso es cosa de tu cabeza.” 🧠
Genial. Mi cabeza es una trituradora.
Malabares 🤹‍♀️ con pensamientos listos 🎪.para el circo .

“Tienes que aprender a socializar, como todos.” 🎮
Como todos… pero nadie me pasó el manual.
¿Lo venden en Amazon 📦 o es modo prueba y error 🎲, nivel imposible 💀?

“No seas tan duro contigo mismo.” 🔄
¿Y si nací así 👶?
¿Puedo devolverme 🔙?
¿Garantía de cambio 🛠️?

“Solo es cuestión de querer.” 🚀
Llevo años queriendo ser astronauta 👩‍🚀…
y nota: no voy a la luna mañana 🌑.
Querer no vale para todo ❌.

“¿Pero tú por qué no haces amigos?”
Porque desaparezco 🎩💨.
Si quieres, te enseño el truco 🔮.
Digno de magia negra 🖤.


Al final, estas frases son intentos fallidos 🚫 de entender algo invisible:
cada “no me atrevo” 🙊, cada silencio 🤐, cada mirada esquiva 👤.

Sí, a veces parezco una planta 🌱.
Pero ojo: una planta ninja 🥷 que desaparece del mapa social 🗺️💨
y florece 🌸… cuando le da la gana 😏.


sábado, 23 de agosto de 2025

INTRODUCCIÓN

Salir de casa y enfrentarse a otras personas debería venir con un manual de instrucciones. Para un fóbico social, cada encuentro puede ser un mini-apocalipsis y cada mirada ajena un examen sorpresa de torpeza social. Prepárate para descubrir lo imprevisible, absurdo y, a veces, hilarante del ridículo cotidiano.

.

El arte de hacer el ridículo

Manual exprés de supervivencia social

Puedes tropezar con tus propios pies justo cuando te sientes confiada caminando por la calle. O entrar a un sitio y elegir la puerta equivocada, empujando hasta casi dislocarte el hombro, y que alguien te diga “es la otra” mientras finges examinarla como detective profesional. 

Y, hasta, asentir a algo absurdo como si fueras filósofa griega, sin entender nada.


Momentos de confusión y caos

El ridículo también aparece en situaciones más absurdas:

  • Confundir la bolsa de la compra con la de otra persona y salir con el paquete equivocado.
  • Equivocarte de fila y que te toque la más lenta, mientras observas a los demás sin entender por qué avanzan más rápido.
  • Mandar un mensaje al contacto incorrecto y tener que enviar un “ups” que nadie lee.
  • Reírte de algo que nadie dijo y fingir que estabas pensando en otra cosa.
  • Llevar la mochila por delante en una tienda y enganchar objetos sin darte cuenta.
  • Intentar abrir un bote y que se te escape como pistola de confeti.

Recuerdos implacables

Lo peor es que nadie recuerda estos momentos más de diez segundos… excepto tú. Los guardas como si fueras a testificar en un juicio: la vez que saludaste a la persona equivocada, la vez que reíste a destiempo o dijiste “igualmente” cuando el camarero te deseó buen provecho. Ese es tu Netflix mental.


Por qué nos importa tanto

Creemos que el mundo está pendiente de nosotros. Nota: no lo está. Cada persona está ocupada en su propio ridículo. Pero intenta explicárselo a tu cerebro fóbico, que graba cada metedura de pata en resolución  4K y la reproduce en bucle.


Consejos exprés para sobrevivir al ridículo

  • Si tropiezas, conviértelo en un paso de baile improvisado.
  • Si no entiendes algo, repite la última palabra con cara de interés.
  • Si la puerta no abre, cambia de dirección con estilo.
  • Si tu mochila engancha objetos, sonríe y sigue caminando.
  • En grupo, usa gestos mínimos y sonríe al final de cada frase, aunque no haya broma.
  • Si necesitas huir, inventa una excusa elegante: baño, saludo rápido o revisar el móvil.
  • Y siempre, siempre, ríete de ti mismo antes de que lo hagan los demás.

Conclusión

Al final, el ridículo es inevitable. Mejor tomarlo con humor y fingir que todo estaba planeado. Porque todos, absolutamente todos, llevamos un ridículo en potencia.


jueves, 21 de agosto de 2025

INTRODUCCÓN

El ascensor parece un simple medio de transporte: subes, bajas y listo. Pero para alguien con fobia social, esos segundos pueden convertirse en una prueba de resistencia. No hay escapatoria posible: espacio reducido, silencio forzado y personas demasiado cerca. En cuestión de segundos tu cabeza empieza a calcular dónde mirar, cómo colocarte y qué hacer con las manos. Incluso el gesto más mínimo ,como decir a qué piso vas, puede sentirse como si todo el ascensor estuviera evaluando tu actuación.

Lo que para la mayoría son unos instantes sin importancia, para mí se convierte en una situación de alerta total. No se trata de exagerar, sino de cómo funciona la ansiedad social: cada mirada, cada movimiento o cada palabra adquiere un peso que no debería tener. Y mientras dura el trayecto, solo pienso en una cosa: que se abran de una vez las puertas



Monólogo práctico: sobrevivir a un ascensor lleno

El ascensor es el laboratorio social perfecto: espacio mínimo, personas pegadas y cero instrucciones claras. Entras, giras medio cuerpo para no rozar a nadie y ya estás calculando ángulos como si fueras ingeniera en obras públicas.

Primer dilema: ¿A qué piso vas? Dices el número tan bajito que el botón no se entera. Lo repites y ya es demasiado alto. Bienvenidos al karaoke del pánico.

Luego llega el silencio ascensoril. Todo el mundo mira los números como si fueran fuegos artificiales. Tú dudas: ¿miro al suelo, al espejo, al techo? Solución oficial: observar el panel con cara de analista financiero.

Peor aún es cuando alguien suelta el clásico “¿Bajas?” y te bloqueas porque bajabas, pero ahora ya no lo sabes. Y si suena un móvil… todos averiguan de repente que el altavoz del mundo existe.

Consejos exprés para sobrevivir a un ascensor

  • Posición neutra: de lado, medio paso atrás si puedes. Brazos pegados y mirada al panel. Postura “pasajero profesional”.
  • Botón claro y al grano: di el piso en una frase corta: “Al 4, por favor”. No hace falta explicar tu vida.
  • Regla del ángulo: si hay espejo, mira tu propio reflejo o la línea de las puertas. Evita cruzar miradas por accidente.
  • Respira en 4-4: cuatro cuentas al inhalar, cuatro al exhalar. Nadie lo nota y baja la alarma interna.
  • Salida eficiente: cuando se abra, di “con permiso” y avanza. No pidas perdón por existir.

martes, 19 de agosto de 2025

Introducción

Entrar en una tienda solo a mirar para muchas personas es lo más normal del mundo. Entras, curioseas, te vas. Fin. Para otras, es una misión suicida. Entras con ansiedad, te mueves con culpa y sales sintiéndote sospechosa de robo aunque no hayas tocado nada.

Estar en una tienda sin comprar nada. Sospechosa oficial


Entrar en una tienda sin intención de comprar ya es de por sí estresante. Pero cuando tienes fobia social, se convierte en una experiencia de alto voltaje.

Desde el primer paso ya sientes que tienes que justificar tu presencia. Como si estuvieras entrando en una propiedad privada sin permiso.

Y por supuesto, ahí están: los dependientes. Que no tienen la culpa de nada, pero tú los percibes como agentes encubiertos del FBI.
—“¿Puedo ayudarte en algo?”
No, gracias. Solo vengo a mirar.
Y mientras lo dices, ya estás convencida de que suena a excusa de ladrona profesional.

Miras las estanterías como si fueras a hacer una tesis sobre ellas. Coges algo y lo vuelves a dejar, con miedo de parecer demasiado interesada o muy poco. La presión es absurda.
¿Y si se piensan que estoy aquí para robar? ¿Y si estoy aquí desde hace tanto que ya me consideran parte del mobiliario?

Cuando por fin decides salir, viene lo peor.
Cruzar la puerta sin bolsa. Sin ticket. Sin nada.
Pones tu mejor cara de “soy inocente”, caminas a ritmo normal (ni muy rápido ni muy lento, que parece fuga), y rezas para que no salte una alarma inexistente.

Una vez fuera, suspiras. Has sobrevivido. No te han detenido. No te han acusado. Pero aún así te vas con la sensación de haber hecho algo mal.
Tu único delito: mirar camisetas durante cinco minutos sin comprar nada.
Culpable.

lunes, 18 de agosto de 2025

Horóscopo para personas con fobia social: predicciones poco útiles pero muy reales




Introducción:
 No hace falta creer en los astros para saber que hay días en los que la fobia social te tiene más en modo desaparecer que en modo brillar. Pero… ¿y si el horóscopo también hablara nuestro idioma? ¿Y si, en lugar de amor y trabajo, hablara de llamadas inesperadas, ascensos de vergüenza y eclipses de pensamiento social?

Aquí va tu horóscopo adaptado, con cariño, por y para quienes se ponen nerviosas hasta con el repartidor.

♈ Aries (del 21 de marzo al 19 de abril)
Hoy Marte te da energía… pero también pensamientos intrusivos. Querrás proponer algo en ese grupo, pero acabarás borrando el mensaje tres veces. Consejo astral: no necesitas ser la que rompe el hielo. Con que estés, ya estás haciendo mucho.
♉ Tauro (del 20 de abril al 20 de mayo)
Tu planeta regente te invita al confort. Ideal para mantita, libro y no hablar con nadie. Pero cuidado: alguien podría proponerte un plan. Repite este mantra: “Tengo derecho a decir que no sin justificarme”.
♊ Géminis (del 21 de mayo al 20 de junio)
La luna entra en tu casa de la comunicación, pero tú no quieres abrirle la puerta. Hoy tu superpoder es escuchar. Si alguien te interroga, responde con monosílabos elegantes. Tendrás un 8/10 en evasión sutil.
♋ Cáncer (del 21 de junio al 22 de julio)
Sensibilidad al máximo. Hoy podrías malinterpretar un silencio como rechazo y una mirada como juicio. No es que los demás te odien: es que tu ansiedad está con la antena subida. Apaga el wifi interno si puedes.
♌ Leo (del 23 de julio al 22 de agosto)
Tu brillo natural se ve eclipsado por una nube de pensamientos tipo: “¿Y si me equivoco?”. Hoy no es el día para liderar nada. Haz como si fueras una estrella fugaz: aparece, brilla un segundo, y luego ya si eso desapareces.
♍ Virgo (del 23 de agosto al 22 de septiembre)
El análisis excesivo te acecha como Mercurio retrógrado. Cuidado con la trampa de revisar 27 veces lo que has dicho. Consejo cósmico: lo normal es que a nadie le importe tanto como a ti.
♎ Libra (del 23 de septiembre al 22 de octubre)
Tu equilibrio se tambalea. Hoy puede que digas sí cuando querías decir no, solo para evitar tensión. Pero el universo te anima a probar una micro-rebeldía: poner tus límites aunque tiembles un poco.
♏ Escorpio (del 23 de octubre al 21 de noviembre)
Tu radar emocional está afinadísimo. Tanto, que detectas incomodidad hasta en los gorriones. No hace falta descifrarlo todo. A veces una mirada rara es solo alguien pensando en lo que va a cenar.
♐ Sagitario (del 22 de noviembre al 21 de diciembre)
El impulso de escapar se intensifica. Si te obligan a ir a un evento, traza rutas de escape. El universo te bendice con la habilidad de desaparecer al estilo Houdini sin levantar sospechas.
♑ Capricornio (del 22 de diciembre al 19 de enero)
Tu planeta quiere resultados, pero la ansiedad social tiene otros planes. Hoy puedes sentir que no haces “lo suficiente”. Pero recuerda: seguir aquí, resistiendo, también es productividad emocional.
♒ Acuario (del 20 de enero al 18 de febrero)
Original, sí, pero hoy te invade el temor de no encajar. Spoiler estelar: todas estamos fingiendo un poco. Tú también puedes improvisar el personaje que necesitas… y luego volver a tu guarida.
♓ Piscis (del 19 de febrero al 20 de marzo)
La intuición te susurra: “no salgas”. Pero el compromiso social te grita: “¡vamos, no seas rara!”. Los astros te conceden el don de la excusa creíble y la culpa leve. Aprovéchalo sin remordimientos.

Reflexión final: En este horóscopo no hay suerte ni destino. Solo una brújula emocional para reírnos de cómo es vivir con fobia social un martes cualquiera. Porque, a veces, reírse de la ansiedad la reduce a la mitad. Y porque ningún signo está solo en esto.


sábado, 16 de agosto de 2025

Introducción

Entrar en un sitio lleno de gente debería ser tan fácil como abrir la puerta. Pero para quienes tienen fobia social, es como ser la estrella de un reality show con cámaras invisibles, solo que sin premio final y con mucha más vergüenza. La paranoia de que todos te están mirando puede convertir algo sencillo en un drama con banda sonora mental incluida. Este monólogo se ríe de esa locura interna que nos acompaña cuando pisamos cualquier lugar público.


Monólogo: ¿Por qué me miran todos? (Y no, no lo hacen)
Entrar a una sala llena de gente. Fácil, ¿no? Tú abres la puerta, pasas y ya. Pero en mi cabeza es otro plan. En mi cabeza, se activa el “modo escaparate”. Todos me están mirando. No es que me hayan visto de reojo. No. Me están analizando como si acabara de salir vestida de lechuga por accidente. Y todo mientras intento avanzar con dignidad, como si no llevara la paranoia pegada a la frente.

Lo peor es que no están haciendo nada especial. Están a lo suyo: comiendo, hablando, mirando el móvil. Pero para mí, todo eso es una tapadera. En realidad, sus ojos periféricos están entrenados para detectar mi torpeza social en HD. Una risa baja por ahí y ya pienso: “¿se están riendo de mí? ¿Qué he hecho? ¿Camino raro? ¿Tengo algo en la cara? ¿He abierto la puerta al revés?” Todo es posible.

Y claro, tú intentas disimular. Caminas con naturalidad... o lo que tú entiendes por naturalidad: una mezcla entre robot educado y figurante de serie que no quiere molestar. A medio camino te entra la duda existencial: ¿me siento ya? ¿Espero a alguien? ¿Pido algo? ¿Me voy por donde he venido?

Pero lo peor no es lo que piensas. Es que sabes que estás exagerando. Lo sabes. Sabes que a nadie le importa tu entrada triunfal, que probablemente ni te han mirado. Pero eso no calma nada. Porque la lógica no le gana nunca a la fobia social. Esto va de instinto, no de argumentos.

Así que sí, entrar en un sitio puede parecer un gesto sin importancia. Pero desde este lado, es como pasar por una alfombra roja imaginaria. Solo que en vez de flashes hay ansiedad, y en lugar de periodistas, tu mente diciendo: “todo el mundo te está mirando”.


jueves, 14 de agosto de 2025

INTRODUCCIÓN

Poner límites debería ser fácil. Pero con fobia social, decir que no se siente como provocar un conflicto. Es una lucha contra el miedo, la duda y la culpa. Así que acabas diciendo que sí… solo para no tener que justificar por qué no quieres ir a una barbacoa. Y ya me parece lo suficientemente social como para  querer mudarme a otro país.

MONÓLOGO

DECIR NO

MONÓLOGO

DECIR NO

Decir que no debería ser lo más simple del mundo. Pero para mí, es como si me pidieran hacer malabares con cuchillos mientras camino sobre cristales rotos.

Cuando alguien me invita a algo, mi cerebro entra en modo caos: “¿Y si se enfadan?” “¿Y si me dejan de hablar?” “¿Y si parezco una borde antisocial?” Y ahí ya he perdido la batalla antes de abrir la boca.

Así que suelo decir que sí, aunque quiera gritar que no. Porque decir que no es un arte que nadie te enseña. Nadie explica cómo poner límites sin sentir que estás rompiendo algo.

Y luego está el momento post-no: ese remordimiento que llega cuando piensas “¿De verdad debía decir que no?”, como si hubiera cometido un error.

Lo peor es que la gente celebra cuando dices que sí, pero se sorprende cuando dices que no, como si fuera un hechizo oscuro.

¿Y qué pasa si intentas explicarlo? A veces me lanzo y digo algo tipo: “No puedo, tengo cosas”. Sin más. Ni yo sé qué cosas, pero suena a que algo importante hay. Y ahí estoy, sintiéndome culpable por no querer ir… a algo que no quiero hacer.

En serio, decir que no debería venir con un manual, un curso intensivo y un aplauso al final.


martes, 12 de agosto de 2025

INTRODUCCIÓN

Frase estrella del manual del cuñado bienintencionado: “No seas tímida”.

Genial. Qué idea tan revolucionaria. ¿Por qué no se me ocurrió antes?
A ver si también me curas la fobia social con un “relájate” o me resuelves los traumas con un “tienes que ser tú misma”.

Monólogo

“No seas tímida” (gracias por el consejo, eh)


Hay un momento mágico en toda conversación incómoda: ese en el que alguien, con la seguridad del que cree tener la solución a todo, te suelta: “No seas tímida”. Y ahí te dan ganas de aplaudir.

Porque claro, es tan fácil como desactivar una función en el menú de configuración:
Ajustes > Personalidad > Modo tímida > Desactivar.

Si fuera por decidir, ya estaría en modo “persona extrovertida y encantadora” desde 2007. Pero no. Lo que pasa es que, cada vez que me miras como si fuera rara, yo ya he ensayado diez formas distintas de actuar normal… y he descartado once.

Y lo mejor: muchas veces te lo dicen justo cuando estás haciendo un esfuerzo sobrehumano por estar ahí, por hablar, por aguantar el sudor frío y los latidos en modo tambor de guerra. “No seas tímida”, te dicen. Como si no tuvieras ya bastante con el cerebro gritándote en bucle: “Vas a hacer el ridículo”.

Es como decirle a alguien con vértigo que se asome a la ventana “que no pasa nada”.
Nota: sí pasa.

Así que, por favor, la próxima vez que alguien te diga “no seas tímida”, respira hondo, sonríe como puedas y piensa:
“No soy tímida, soy una profesional del autocontrol… y estás a punto de ver mi mejor número en la lista de excusas para desaparecer: ‘ahora vuelvo’.”


sábado, 9 de agosto de 2025


INTRODUCCIÓN 

Pedir en un bar te acercas, pides, y te sirven. Punto. Pero no: para algunas personas, eso es como meterse en una prueba de supervivencia. Y no porque el bar esté lleno, ni porque la caña esté caliente. El problema es tener que hablar, hacerte notar, ser claro… todo eso que para muchos es automático y para otros, directamente, es un deporte extremo. Así que si alguna vez has sentido que pedir en un bar te sube las pulsaciones más que una clase de spinning, tranquila: no eres la única.



Pedir en un bar: una actividad de riesgo

Pedir algo en un bar no parece gran cosa. Para la mayoría, claro. Para mí, es una gincana social con obstáculos invisibles.

Lo primero: hablar lo suficientemente alto para que te oigan. Parece fácil. Pero no lo es cuando tienes una voz de volumen “modo susurro” y una confianza nivel “mejor que no me vean”.

Así que ahí estoy, acercándome a la barra, buscando el momento exacto en el que nadie hable, nadie pida, nadie respire fuerte. Eso no pasa nunca. Siempre hay ruido, prisas y alguien que se cuela sin ningún tipo de remordimiento. Y tú, por no molestar, te quedas en segundo plano, con cara de “no tengo prisa, soy solo una planta decorativa”.

Y cuando por fin crees que es tu turno, te adelanta otro. Normal. Tú no habías hecho el gesto claro, ni habías gritado “¡una caña, por favor!” con seguridad de película. Has dicho algo tipo “perdona...” mirando al suelo, con voz de persona que se está disculpando por existir.

Si consigues pedir, ya es un logro. Si te entienden a la primera, un milagro. Y si no se cuela nadie mientras esperas la bebida, directamente un premio a la resistencia emocional. Porque pedir en un bar, cuando tienes fobia social, es como ir a una batalla con una cucharilla de postre. Y aun así, ahí estás. Dándolo todo. Bueno, todo lo que puedes sin perder la dignidad por el camino.

jueves, 7 de agosto de 2025

INTRODUCCCIÓN

Llamar por teléfono, 

Llamar por teléfono. Esa actividad medieval que algunos siguen practicando como si no hubiera alternativas modernas tipo WhatsApp, señales de humo o hacerse el muerto.

Para alguien con fobia social, coger el móvil para hablar no es “hacer una llamada”, es jugar a la ruleta rusa, pero con palabras. Porque claro, nada como enfrentarte a un tono de espera mientras tu cerebro te grita: “¡Aún puedes colgar y fingir que se te cayó el móvil al váter!”.

Y luego, si contestan… empieza lo peor: hablar.


MONÓLOGO

LLAMAR POR TELÉFONO


¿Llamar por teléfono? La gente lo hace como si nada. Marcan, hablan, cuelgan. Fin. Yo, en cambio, necesito una estrategia militar, tres ensayos y una despedida emocional por si no salgo viva.

Antes de marcar ya estoy sudando. Repaso lo que voy a decir como si fuera a declarar en un juicio. Incluso me preparo frases por si hay preguntas trampa, tipo “¿Quién eres?” o “¿Puedes repetirlo?”. A veces también ensayo excusas por si tengo que colgar de emergencia: “Uy, se me ha caído el gato encima del router” suele funcionar.

Cuando por fin llamo, rezo para que no contesten. Lo ideal sería que salte el buzón de voz, que me permita dejar un mensaje breve y desaparecer para siempre. Pero no, claro. Suena un “¿Dime?” seco, tono “me estás interrumpiendo la vida”. Y ahí me entra el instinto de pedir perdón por existir. Literalmente. “Hola, perdona, soy yo, un ser humano que ha tenido la osadía de molestarte.”

Y si encima es para pedir algo, ya es misión imposible. Tengo que parecer simpática, pero no pelota; clara, pero no robótica; segura, pero no agresiva. Nota: nunca lo consigo. Siempre sueno como alguien que ha aprendido español hace una semana y está leyendo un guion con miedo.

Luego viene ese silencio cuando la otra persona piensa. Para ellos son tres segundos. Para mí, una pausa dramática de esas que preceden a una explosión en las pelis. Me da tiempo a revisar toda mi vida y arrepentirme de haber nacido.

Cuando por fin cuelgo, empieza la autopsia. ¿He dicho algo raro? ¿He sido pasivo-agresiva sin querer? ¿He respirado demasiado fuerte? Y la peor de todas: ¿me habrán notado la voz de “estoy al borde del colapso”? Seguramente sí. Pero bueno, ya está hecho. Ya solo queda esconderme en una cueva y no salir en tres semanas.

Y claro, si lo cuentas, siempre hay alguien que suelta el clásico: “Tampoco era para tanto.” No, claro, para ti. Tú eres de los que llaman para preguntar qué tal el día. Yo llamo solo si se está quemando algo. Y aún así, dudo.

Y cuando por fin respiro... suena el móvil. Otro psicópata sin escrúpulos ha decidido llamarme. A plena luz del día. Sin avisar. Como si eso fuera normal.


miércoles, 6 de agosto de 2025

Participar en una conversación en grupo: el arte de estar y no estar


INTRODUCCIÓN

Hay quien entra en una conversación de grupo como si fuera una piscina: se lanza, chapotea, nada y hasta hace volteretas. Y luego estamos los demás. Los que nos quedamos en el borde, dudando, con cara de “¿me meto o mejor finjo que estoy interesadísima en este azulejo?”. Hablar en grupo no es solo hablar. Es medir tiempos, ritmos, interrupciones. Es un deporte que se entrena. O se sufre.

Participar en una conversación en grupo: el arte de estar y no estar


Estás en un grupo. Todos hablan, ríen, se interrumpen con la seguridad de quien nació en una sobremesa familiar ruidosa. Comentan algo que tú también has vivido. Y piensas:
"Vale. Este es mi momento. Tengo anécdota. Estoy lista."

Empiezas a preparar la frase:
—Voy a decir que a mí también me pasó. Pero sin parecer intensa. Ni exagerada. Ni como una que lleva ensayándolo desde que llegó. Normal. Natural. Casual. Muy bien.

Y justo cuando vas a abrir la boca...
ZAS. Cambio de tema. Otra vez.

Pero tú ya habías hecho el gesto. Has abierto la boca. Te has inclinado un poco. Y ahora toca fingir que solo ibas a bostezar o que te acabas de acordar de que tienes boca. El clásico “abro-cierro como si nada” de la fobia social. Nivel ninja.

Y mientras haces eso, por dentro estás celebrando una reunión de emergencia contigo misma:
—¿Reformulo? ¿Hablo más alto? ¿Mejor no digo nada nunca más en la vida y aprendo a comunicarme por señales de humo?

Y cuando por fin te decides, ¡milagro! Vuelven al tema.
Tu oportunidad ha resucitado. ¡Ahora o nunca!
Suelta la frase. Sale. ¡Ha salido!

Pero nadie la oye. Porque justo en ese segundo alguien estornuda, o ríe, o tose, o tose mientras ríe estornudando, lo que sea.
Tu frase se va flotando al cielo como un globo de helio sin público.

Y tú ahí, sonriendo como si solo estuvieras estirando los labios por deporte. Mientras piensas:
—Muy bien. Has hecho el ridículo en HD. En Dolby Surround. En versión extendida.

Y lo sabes. Porque ya estás repasando mentalmente la escena como si fueras analista del VAR:
—Has hablado flojo. Has interrumpido. Has tardado. Has fracasado. Y además tu voz ha sonado rara.
(Y eso que solo has dicho cuatro palabras.)

Probablemente nadie se ha dado cuenta. Pero tú ya has escrito tres capítulos de autocrítica y vas por el epílogo.
Y lo peor es que aún estás en el grupo. Aún puedes hablar. Pero ya has usado toda tu energía social intentando decir una frase.
Queda claro: hablar en grupo no es improvisación. Es estrategia militar.

Resumen:
Participar en una conversación en grupo cuando tienes fobia social es como intentar subirte a un tren en marcha. O lo pillas a la primera, o te quedas en el andén fingiendo que no ibas a cogerlo.


Quedarte a solas con alguien y no saber si hay que hablar


 ¿Hay que hablar o mejor callar?

Se cierra la puerta. Quedamos solos. La otra persona se acomoda en la silla. Yo empiezo a sudar. No por el calor, sino porque esto activa el modo “incomodidad máxima”. ¿Qué se hace en estos casos? ¿Se habla? ¿Se espera? ¿Se mira al infinito?

Hay que hablar? ¿O es mejor quedarse callada para no incomodar? Porque el silencio puede ser incómodo... pero abrir la boca también. Empiezo a pensar temas: el tiempo, lo que sea. Pero todo me suena forzado incluso antes de decirlo.

Y entonces, lo peor: contacto visual. Esa mirada de “bueno, ¿y ahora qué?”. En mi cabeza suena una alarma. ¿Digo algo o finjo que estoy muy concentrada en mirar al vacío?

Si saco un tema, me da miedo que la conversación muera a los 10 segundos. “¿Qué tal el día?” “Bien.” Punto. Y ya está. La angustia aumenta y empiezo a pensar que debería haber fingido una llamada de urgencia o irme al baño.

Y si la otra persona tampoco dice nada, entramos en ese limbo social donde ambos nos hacemos los interesados en cualquier cosa: una pared, una planta, una mota de polvo.

Lo más ridículo es que desde fuera parece algo mínimo, pero por dentro estoy haciendo malabares mentales para parecer tranquila y normal. Y no lo estoy.

Y luego llega el clásico: “¿Por qué estás tan callada?” Que encima te lo dicen como si no te hubieras dado cuenta. Ahí ya solo me queda sonreír y decir: “No, nada, estoy bien”. Y por dentro estoy gritando.

martes, 5 de agosto de 2025

Hola ¿Qué tal ?


INTRODUCCIÓN

Hay cosas en la vida que deberían venir con manual de instrucciones. Como montar en bici, hacer la declaración de la renta o... saludar a alguien por la calle. Sí, saludar. Ese gesto aparentemente simple que se convierte en una prueba de supervivencia para quienes tenemos fobia social (o sentido del ridículo en general).

Porque no es solo decir “hola”, no. Es un examen sorpresa de percepción social, reflejos, cálculo de distancias y lectura de intenciones. Y claro, tú sin estudiar.

¿Que exagero? Te invito a leer este monólogo y luego me cuentas si no es como desactivar una bomba con una sonrisa falsa.

MONÓLOGO


Saludar a alguien por la calle
debería contar como deporte extremo. No exagero: tienes que calcular distancia, reconocer caras a velocidad absurda, mantener la compostura y encima parecer normal. Todo en tres segundos.

Primera fase: ¿esa persona me conoce o solo se parece a alguien? Porque si la saludo y no es quien creo, quedo como una loca sociable que va repartiendo “holas” al azar. Pero si no saludo y sí era, ya está: soy la borde oficial del barrio.

Segunda fase: el protocolo. Porque no es lo mismo saludar a un amigo que a un vecino, que al del trabajo, que a alguien que te suena pero no sabes de qué. Hay que adaptar el tono, el gesto, la sonrisa, todo. Como si fueras una azafata emocional.

Y luego está la trampa final: el “¿Hola, qué tal?”. Una frase aparentemente inofensiva, pero con doble filo. Porque si solo dices “hola” quedas seca. Si preguntas “¿qué tal?”, puede que te contesten y entres en terreno pantanoso: conversación espontánea.

Peor aún es el combo final: “Hola, ¿qué tal?” seguido de un “¿y qué tal todo?”. ¿Todo? ¿Me estás pidiendo que resuma mi vida en medio minuto mientras cruzamos la calle? Eso no es un saludo, es una evaluación oral sin previo aviso.

Pero luego dicen: “Si solo es un saludo”. Claro. Como si no hubiera 27 formas de hacerlo mal.


Superpoderes que soñé tener para vencer la fobia social


A veces he fantaseado con tener superpoderes. No para volar ni para salvar al mundo, sino para algo tan cotidiano como poder salir de casa sin miedo, responder a una pregunta sin bloquearme, o simplemente dejar de sentir que hay una lupa gigante sobre mí todo el tiempo.

La fobia social tiene esa capacidad de reducirnos tanto que algo sencillo, como hablar con alguien, se convierte en una proeza. Así que he imaginado, más de una vez, qué superpoderes me ayudarían a vivir con menos ansiedad. No es un ejercicio infantil. Es una manera simbólica de señalar lo que más echo en falta o lo que más me duele.

Quizás por eso, cuando empecé este blog, escogí firmar como Laine Lois. No es casual: es un juego de palabras con Lane Lois, la novia de Superman. Me gustaba pensar que, de alguna forma, podía acercarme a esa fortaleza desde otro lado. No desde la acción espectacular, sino desde la vulnerabilidad compartida. No soy una heroína, pero convivo a diario con un enemigo invisible.

Además ahora está de moda en cartelera las películas de súper héroes, por eso se me ocurrió esta entrada

Aquí van 7 superpoderes que, si existieran, me ayudarían a enfrentarme a este mundo social que a veces parece un campo de minas.

1. Hablar con confianza

Poder abrir la boca sin que la voz me tiemble. Sin esa sensación de que cada palabra será analizada al milímetro.

2. Leer las mentes

No para manipular, sino para saber si de verdad me están juzgando o si es solo mi cabeza distorsionando todo.

3. Ser invisible

Poder observar, aprender, estar presente sin ser el centro de ninguna mirada.

4. Cambiar de personalidad según la situación

Ser espontánea en una reunión, divertida en una fiesta, calmada en una entrevista. Tener una versión de mí para cada entorno sin miedo a equivocarme.

<

5. Hablar sin miedo

Sin ese terror paralizante a ser juzgada, a parecer torpe o extraña.

6. Leer las señales sociales

Saber cuándo hablar, cuándo callar, qué gesto usar. No sentirme como una extranjera en un mundo donde todos parecen tener el mapa menos yo.

7. Ser yo misma sin miedo

Sin ponerme capas, sin esconderme detrás de sonrisas incómodas o silencios que gritan “por favor, que no me miren”.

Reflexión final

Sé que estos superpoderes no existen, pero también sé que no los habría imaginado si no fueran reflejo de necesidades reales. Detrás de cada uno hay un deseo profundo: ser escuchada sin miedo, poder mostrarme sin sentirme juzgada, tener espacio para ser yo sin disfraz.

Quizás, en el fondo, cada pequeño paso que damos ,aunque no lo veamos como tal,es un superpoder en sí mismo. Porque vivir con fobia social y seguir adelante ya es un acto heroico.

Espero haberos sacado una sonrisa .

¿Y tú? ¿Qué superpoder desearías tener?



"NO PUEDO MANEJAR SITUACIONES  SOCIALES”


Estoy convencida de que simplemente no sé estar con la gente. Siento que hay algo en mí que no funciona, como si a los demás les hubieran dado un manual que a mí me falta. Cuando estoy en medio de una situación social ,una conversación inesperada, una reunión, una llamada de teléfono, siento que pierdo el control. Todo es demasiado rápido, demasiado imprevisible. Y esa angustia solo sirve para reforzar la idea de que no puedo manejarlo.

Esta creencia me empuja a evitar. Evito planes, evito hablar, evito incluso pensar en lo que podría pasar si alguien me habla. Me digo que no tengo habilidades sociales, que los demás son naturales y yo no. Y con cada evitación me convenzo más.

Pero empiezo a darme cuenta de algo: no es que no pueda, es que me pongo el listón tan alto que es imposible no fallar. Me exijo no tener dudas, no ponerme nerviosa, no titubear nunca. Me exijo caer bien, parecer interesante, tener siempre una respuesta adecuada. Así no puedo funcionar. Nadie funciona así.

Manejar una situación social no significa hacerlo perfecto, ni estar completamente tranquila, ni decir siempre lo correcto. A veces, manejarla es simplemente aguantar el tipo, respirar, escuchar, o incluso poder decir que estoy incómoda. Empiezo a ver que sí tengo recursos, solo que los desprecio porque no son como los que imagino que “deberían” ser.


domingo, 3 de agosto de 2025



"SIENTO QUE TODOS ME ESTÁN MIRANDO"  

Hay una creencia que me ha acompañado durante años: sentir que todos me están mirando. No es algo consciente todo el tiempo, pero aparece con fuerza cuando salgo sola a la calle, paso frente a una terraza o tengo que hablar en público. Aunque sé que es irracional, la sensación se impone y cala hondo.

Durante mucho tiempo lo sentí como algo inexplicable, pero descubrí que no solo tiene nombre, sino respaldo científico y explicaciones psicológicas que lo hacen más llevadero.

🧠 El "efecto foco" o spotlight effect

Este sesgo cognitivo nos hace sobreestimar cuánto nos observan los demás, ya que estamos enfocados en nosotros mismos.

🔗 En este artículo de La Mente es Maravillosa – El efecto de foco explican cómo la famosa camiseta de Barry Manilow ilustra este fenómeno, y por qué creemos que destacamos más de lo que realmente lo hacemos 1.

🔗 Y en Rincón de la Psicología – Efecto foco (sesgo egocéntrico) profundizan en cómo interpretamos el mundo desde nuestro propio centro, creyendo ser foco de atención 2.

👁️ La sensación de ser observado: escopaestesia

Se trata de una percepción indefinible de que alguien nos mira aunque no haya señales claras; es un "radar" evolutivo de alerta.

🔗 En La Mente es Maravillosa – Escopaestesia explican este mecanismo como un sistema de defensa del cerebro 3.

🔗 Y en La Mente es Maravillosa – Siento que todo el mundo me mira detallan cómo la ansiedad social amplifica esta sensación aunque no haya base real 

 ¿Mi mente busca confirmación?

Con frecuencia buscamos señales que confirmen lo que tememos: si pensamos que nos miran, prestaremos atención a todo lo que lo indique.

🔗 En Reddit, alguien comentó sobre su terapia: “focarse en otros me hizo ver que nadie se fija”; una reflexión útil para alejarse del egocentrismo mental 5.

🙋‍♀️ Estrategias que me ayudan (y pueden ayudarte)

  • Recordar que no soy el centro de atención aunque mi ansiedad lo sienta así.
  • Preguntarme: ¿hay prueba real de que me están mirando?
  • Exponerme poco a poco a situaciones sociales, y observar que, incluso si alguien mira, no ocurre nada malo.
  • Practicar la atención selectiva: observar a los demás en lugar de fijarme en mí misma.

Para terminar

Desmontar esta creencia no es inmediato, pero saber que tiene nombre y explicación ofrece alivio. Si tú también lo sientes, ojalá esto te aporte un poco de perspectiva y serenidad.




SOY EL ÚNICO QUE SE SIENTE ASÍ 


Durante muchos años, tuve la sensación de estar sola en lo que vivía. No era solo una soledad física, sino algo más profundo: una especie de certeza interior de que lo que me pasaba no le pasaba a nadie más. No conocía a nadie que evitara hablar por miedo a tartamudear, ni a nadie que se quedara en blanco solo porque alguien le había mirado. Tampoco había oído a nadie decir que salir a la calle le producía una especie de vértigo invisible. Así que llegué a la conclusión de que debía de ser cosa mía. Una rareza. Una tara personal.
Y esa idea ,que parecía inofensiva, incluso lógica, se convirtió en una de las creencias más dañinas que he arrastrado: la de pensar que yo era la única que se sentía así.

El aislamiento dentro del aislamiento

Una de las trampas más crueles de la fobia social es esta: no solo te empuja a aislarte, sino que además te convence de que nadie más vive lo que tú. Y esa combinación es devastadora. Porque si estás mal, pero al menos sabes que hay más personas pasando por lo mismo, puedes sentir cierto consuelo, un hilo de conexión. Pero si crees que eres la única, lo que sientes es algo más cercano a la vergüenza. A veces incluso culpa. Como si no solo te pasara algo malo, sino que encima no deberías estar sintiéndolo.
Empiezas a preguntarte qué has hecho mal para ser así. Por qué los demás pueden vivir tranquilos y tú no. Y como nadie habla abiertamente de estas cosas, la idea se refuerza: claro, si nadie más lo dice, será porque solo me pasa a mí.

No eres la única. Nunca lo fuiste.

Si algo he aprendido con el tiempo ,y gracias a poder leer, escuchar y compartir con otras personas, es que esta creencia es simplemente falsa. Hay muchas personas que sienten lo mismo, que atraviesan los mismos miedos, que se paralizan ante lo que parece una situación trivial. Lo que ocurre es que, como tú, lo esconden. También sienten vergüenza. También creen que están solos.
Y eso crea una especie de silencio colectivo. Nadie habla de lo que duele, y entonces parece que nadie más lo sufre. Pero debajo de ese silencio hay voces temblorosas, parecidas a la tuya, que desearían poder decir: a mí también me pasa.

Romper la invisibilidad

Cada vez que alguien se atreve a contar lo que vive con fobia social, por pequeño que sea el gesto, rompe un poco esa barrera. Hace que otra persona, en silencio, piense: no soy la única. Y ese pensamiento, aunque no lo parezca, tiene una fuerza inmensa. Puede ser el primer paso para dejar de sentirte un error.
Tú no eres un error. Lo que sientes no te hace menos válida. Solo te hace humana.
Y aunque a veces parezca que estás sola en un mundo lleno de gente segura de sí misma, no lo estás. Hay muchas más personas sintiéndose igual. Y todas merecemos el derecho a comprendernos, acompañarnos y sanar.