La ausencia de alegría
Hay momentos en los que debería sentir alegría: una reunión con amigas, un logro personal, una celebración.
Pero muchas veces esa alegría no aparece.
En su lugar, siento un vacío, como si algo dentro de mí se negara a dejar entrar la felicidad.
No es que no quiera disfrutar, sino que la ansiedad y el miedo enredan todo. Hasta lo que debería ser un motivo para sonreír se vuelve un terreno incómodo.
Me cuesta conectar con el momento, con las risas, con las miradas cómplices. Es como si la fobia social pusiera un filtro oscuro sobre las cosas buenas, haciendo que se vean lejanas o irreales.
Y entonces, en lugar de alegría, aparece la sensación de no estar a la altura, de no merecer sentirme bien.
Lo más frustrante es ver a los demás disfrutar y sentir que estoy detrás de un cristal: presente, pero sin poder compartir esa alegría de verdad.
Esta ausencia de alegría enseña. Me recuerda que la fobia social no es solo miedo, sino también una sombra que roba momentos de felicidad.
Reconocerlo es el primer paso para empezar a buscar pequeños destellos de luz, aunque a veces parezcan invisibles.
Siguiente efecto colateral:
El impacto en la autoestima → Cómo la autocrítica erosiona la percepción de uno mismo
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