COMPARTIR

jueves, 30 de octubre de 2025



El yo niño



Hay momentos en los que no me reconozco como adulta. Siento que, por dentro, todavía soy aquella niña que se escondía detrás de su madre cuando alguien le hablaba, que se sentía diferente, torpe, demasiado sensible.

Aunque haya pasado el tiempo, esa parte sigue viva. Aparece cuando algo me sobrepasa, cuando no entiendo una situación social, cuando me siento fuera de lugar o en peligro emocional. De pronto, todo se vuelve demasiado grande, y yo demasiado pequeña.

Esa niña no sabe cómo actuar, ni cómo defenderse. Solo quiere desaparecer. O que alguien venga y la proteja. A veces me doy cuenta de que sigo esperando eso: que alguien entienda mi miedo sin que tenga que explicarlo, que me cuide sin juzgar.

He aprendido a disfrazarla con gestos de adulta: con respuestas cortas, con una falsa calma, con la apariencia de control. Pero por dentro, en ciertos momentos, esa niña sigue llorando bajito.

No es una parte débil. Es una parte que no fue escuchada. Que necesitó seguridad y no la encontró. Que aprendió que el mundo era un lugar hostil y que lo mejor era callar, huir, observar desde la sombra.

A veces me gustaría abrazarla de verdad. Decirle que ya no está sola, que no necesita esconderse. Que puede salir, poco a poco, sin miedo. Porque quizá esa niña/o que sigue viva/o en mí no es un fallo. Es una raíz.

El yo niño y el trauma infantil

El yo niño es la parte emocional y espontánea de la personalidad. No desaparece con la edad: sigue actuando dentro de cada persona, sobre todo en los momentos de vulnerabilidad. Según Actúa Psicología , describe el yo niño como las emociones y necesidades infantiles que permanecen y se activan en momentos de estrés.

Cuando durante la infancia se vivieron situaciones difíciles, de rechazo, humillación o falta de seguridad, esa parte puede quedar herida. Entonces, el yo niño se convierte en lo que muchas corrientes de la psicología llaman el niño interior herido, un conjunto de reacciones emocionales y patrones aprendidos que se repiten en la vida adulta, como explica Psicología y Mente , reconocer y cuidar al yo niño es un proceso emocional real y necesario.

Comprender esta relación ayuda a necesitar identificar por qué ciertas emociones parecen desproporcionadas o automáticas. No son de ahora: vienen de una etapa en la que no había recursos suficientes para afrontarlas. Como añade El Prado Psicólogos , atender al niño interior permite reparar inseguridades emocionales y patrones automátic

Reconocer al yo niño no significa quedarse anclada en el pasado, sino darle voz y cuidado desde la parte adulta, para reparar lo que entonces no pudo resolverse.


→ Próxima entrada: Las piezas del yo

En esta entrada exploro las piezas que componen mi yo: qué son, cómo actúan y qué efectos concretos provocan en mi forma de relacionarme.

FINAL DE SERIE 


martes, 28 de octubre de 2025

Decir una cosa y sentir otra y la voz dividida






Resumen: Decir una cosa y sentir otra es la parte que expresa seguridad aparente mientras internamente hay miedo, duda o rechazo. Reconocer esta discrepancia ayuda a comprender el desgaste emocional y la tensión generada por la autoprotección en la ansiedad social.
- Digo algo con aparente seguridad, pero por dentro siento miedo, duda o rechazo.
- Mis palabras no reflejan exactamente lo que pienso o siento.
- Esta discrepancia genera tensión y agotamiento porque mantener la fachada requiere esfuerzo constante.

Se manifiesta de distintas formas:

- Contradicción entre pensamiento y palabra: Expresar seguridad o acuerdo mientras los pensamientos internos son de duda, miedo o desaprobación. Esto se relaciona con la disonancia cognitiva, según “Disonancia cognitiva: la teoría que explica el autoengaño”.
- Gestos y tono incoherentes: Sonreír, asentir o gesticular seguridad mientras se percibe tensión interna. Este fenómeno se explica en “Miedo a decir lo que piensas: causas, efectos y cómo gestionarlo”.
- Fatiga emocional: Mantener una apariencia coherente genera cansancio mental y corporal. La tensión constante provoca desgaste interno, como se explica en “Fatiga emocional: cuando sentir se vuelve agotador”.
- Autoprotección social: La fachada actúa para evitar juicio o rechazo, aunque aumente la desconexión interna, reforzando el yo fragmentado.

Justificación teórica y relación con el yo fragmentado:

- Una parte actúa para aparentar seguridad.
- Otra parte observa, critica o reprime sus emociones.
La tensión constante explica la fatiga emocional y la evitación, ya que esquivar ciertas situaciones reduce temporalmente la disonancia, pero mantiene la fragmentación.

Diferencia clave

Aunque son fenómenos similares, decir una cosa y pensar otra es puntual y circunstancial, mientras que la voz dividida refleja una división interna constante y profunda. Colocarlas juntas permite entender cómo una discrepancia momentánea puede consolidarse en un conflicto interno más estructural.

Decir una cosa y pensar otra

Se trata de una incongruencia puntual entre lo que se expresa y lo que realmente se piensa o siente.

La voz dividida

Representa un conflicto interno estructural, donde la personalidad se fragmenta en partes que actúan y sienten de forma distinta.

Resumen

  • La voz dividida aparece cuando hay distancia entre lo que se muestra y lo que se siente.
  • Una parte actúa para encajar, otra permanece en silencio por miedo al rechazo.
  • Esta división prolongada provoca incoherencia interna y desgaste emocional.

Consecuencias y manifestaciones

- Inseguridad constante
- Desconexión emocional
- Agotamiento psicológico
- Refuerzo del aislamiento

Recuperación e integración

Terapias como la Integración de Partes Internas (IFS) o la Terapia Cognitiva ayudan a reconciliar lo que se muestra con lo que se siente.

Referencias adicionales:

- Disonancia cognitiva: la teoría que explica el autoengaño
- Miedo a decir lo que piensas: causas, efectos y cómo gestionarlo
- Fatiga emocional: cuando sentir se vuelve agotador
- El trastorno de ansiedad social: más allá de la simple timidez (NIMH, PDF)
- Self-Statements During Public Speaking (SSPS) — Hofmann, 2000 (artículo / escala)

Próxima entrada: El yo niño – Partes de mi yo aún conectadas con experiencias de la infancia muestran vulnerabilidad y necesidad de cuidado.

domingo, 26 de octubre de 2025



El que actúa

El que actúa 

A veces me veo a mí misma desde fuera. Hablando, sonriendo, diciendo lo correcto, haciendo lo que se espera. Y hay algo desconcertante en eso, porque parece que estoy bien… pero por dentro hay otra historia.

Esa parte de mí que actúa lo hace tan bien que a veces incluso yo me la creo. Es rápida, educada, eficaz. Da las gracias, asiente, sigue el ritmo. Sabe exactamente qué decir para no parecer rara. Sabe cómo disimular el temblor de la voz, cómo evitar que se note el miedo. Se adapta a todo, aunque no quiera estar ahí.

Pero cuando vuelvo a casa, esa máscara se deshace y me quedo agotada. Porque actuar cansa. Fingir que todo va bien cuando no lo está es un esfuerzo constante. Es como interpretar una obra sin guion, una y otra vez, ante un público que ni siquiera sabe que hay una función.

La que actúa me ha salvado muchas veces. Me ha hecho pasar desapercibida, me ha permitido salir airosa de situaciones sociales que me aterraban. Pero también me ha alejado de mí misma. Porque en ese papel no siempre estoy yo: estoy lo que los demás esperan ver.

Y aunque agradezco que me haya sostenido tantas veces, también quiero aprender a no depender solo de ella. Quiero ser capaz de estar, sin tener que actuar todo el tiempo. Dejar que me vean, incluso si tiemblo.

27 de octubre 2025
Próxima entrada:
Decir una cosa y pensar otra / La voz dividida
Exploraremos cómo la discrepancia entre lo que mostramos y lo que sentimos afecta la ansiedad social y genera un yo fragmentado. Incluye un bloque central beige que explica la diferencia entre estos dos fenómenos., 

martes, 21 de octubre de 2025


            EL que finge seguridad

Resumen: La faceta que expresa seguridad es la que se activa en ciertos contextos sociales para proyectar confianza. Desde fuera parece tranquilo y controlado, aunque por dentro haya tensión. Reconocerla ayuda a entender cómo la ansiedad social puede ocultarse tras una imagen segura y cómo el yo interno se protege mediante la apariencia de calma.

A veces sonrío, hablo con soltura o hago bromas. Desde fuera parezco relajada, pero por dentro estoy en alerta. Esta parte sabe usar frases seguras, gestos ensayados y posturas abiertas para que nadie note el miedo. Puede modular la voz, mantener la mirada y controlar la expresión facial de forma consciente o automática.

Justificación teórica: Esta faceta actúa como un mecanismo de protección. Permite afrontar situaciones sociales proyectando confianza, aunque no refleje lo que se siente realmente. Estudios sobre ansiedad social muestran que estas conductas contribuyen a la creación de un “yo actuante” o máscara social, que ayuda a la interacción pero puede desconectarse del yo interno.

Aprender a usar estas estrategias de forma consciente puede reducir la ansiedad y mejorar la sensación de competencia social. Sin embargo, también es importante reconectar con el yo auténtico para evitar la fragmentación.

.


Siguiente entrada → El yo silenciado

 

viernes, 17 de octubre de 2025


El que se adapta demasiado


Resumen: “El que se adapta” es la parte de nosotros que mostramos para encajar socialmente. No es nuestro yo auténtico, sino una versión construida para evitar juicio o rechazo. Reconocer esta adaptación es clave para entender la fragmentación interna y para trabajar hacia una integración más auténtica del yo.

En la fobia social, existe una división entre el yo interno y el yo que mostramos. La adaptación constante actúa como mecanismo de protección: pretende evitar la vergüenza, el rechazo o el juicio del otro, pero puede causar desconexión con lo que realmente sentimos.

Algunos comportamientos típicos de esta adaptación son:

  • Actuar según expectativas ajenas: modular el tono de voz, los gestos o incluso las opiniones para “caer bien”.
  • Ocultar emociones reales: reprimir tristeza, inseguridad o angustia para no parecer débil o diferente.
  • Crear una “máscara social”: proyectar seguridad, alegría o competencia, aunque internamente estemos tensos o vulnerables.

En resumen, la división entre yo interno y yo mostrado se refuerza con la investigación sobre el self como núcleo organizador. Ocultar emociones y crear una máscara social se relacionan con el miedo a mostrar ansiedad o cometer errores frente a otros, mientras que actuar según expectativas ajenas se vincula con la autoevaluación crítica y creencias negativas del yo. Una identidad débil o poco integrada potencia la necesidad de adaptación, y fortalecer la identidad protege frente a la ansiedad social.

Estudios que apoyan este enfoque:

La que finge seguridad →

La que finge seguridad: mantiene una imagen firme y tranquila, pero necesita tener todo bajo control para no sentirse expuesta.

Función: usa la seguridad como máscara para ocultar una inseguridad que no tolera mostrar.


Siguiente entrada la que finge seguridad :

Mantiene una imagen firme y tranquila en público. Necesita que todo parezca bajo control para no sentirse expuesta. La seguridad que muestra es una estrategia: una máscara para ocultar inseguridad y evitar que otros la cuestionen.





La que finge seguridad

La que finge seguridad

Resumen:

Actuar seguro no siempre implica confianza real. Muchas conductas de seguridad sirven para evitar la exposición y reducir el malestar a corto plazo, pero mantienen la ansiedad a largo plazo.

Frase del tema:

Fingir seguridad alivia ahora y complica después.


Ejemplos comunes: evitar el contacto visual, preparar respuestas de antemano, apoyarse en amigos para intervenir en situaciones sociales. Son estrategias comprensibles, pero impiden comprobar que uno puede manejar la situación sin ellas.

Si quieres, lo dejo listo para publicarlo como entrada o te lo paso en formato HTML optimizado para móvil/AMP.



martes, 14 de octubre de 2025

El yo fragmentado


.?

Yo fragmentado

Resumen: El "yo fragmentado" no significa tener un trastorno grave, sino una sensación de división interna frecuente en la fobia social. Es la dificultad para sentirse una misma persona en todas partes, por el miedo constante al juicio y el esfuerzo de encajar. Entenderlo ayuda a tratarnos con más comprensión.

Antes de entrar en ejemplos, quiero explicar brevemente qué significa el yo fragmentado, porque puede sonar más grave de lo que realmente es.

Hablar del "yo fragmentado" no implica tener un trastorno grave como el trastorno de identidad disociativo. No se trata de tener múltiples personalidades ni de amnesia, sino de una vivencia interna más sutil: la de sentirnos divididos por dentro. Una parte de nosotros actúa, otra observa y evalúa con dureza, y otra se esconde o simplemente se desconecta. Como si no fuéramos uno solo, sino varias versiones que no siempre se entienden. (Trastornos disociativos – Psicología y Mente).

Cuando hablo del “yo fragmentado” me refiero a esa sensación de no poder mostrarnos igual en todas partes. Por ejemplo:

  • Hablar con naturalidad en un entorno y quedarse callado en otro.
  • Cambiar la forma de expresarnos según con quién estemos.
  • Sentir que hay partes de nosotros que preferimos esconder para no parecer “raros”.

Esta diferencia entre lo que somos y lo que mostramos puede generar una sensación continua de división o desconexión.

Cualquier persona puede experimentar algo parecido. Todos adaptamos nuestra forma de ser según lo que hacemos o con quién estamos. La diferencia es que, en la fobia social, no queremos cambiar. Queremos ser nosotros mismos, pero las situaciones nos obligan a actuar de otra forma, aunque eso nos incomode o nos deje en contradicción con lo que realmente somos.

Esta sensación está documentada en investigaciones sobre la estructura del yo en personas con fobia social. Se ha observado que tendemos a tener una identidad menos definida, más fragmentada y con una autoimagen menos clara. Un modelo que lo explica bien es el del I-self y el Me-self: el yo que vive la experiencia (I-self) y el yo que se observa desde fuera y evalúa (Me-self). En quienes tenemos fobia social, esa segunda parte, la que juzga, suele llevar la voz cantante. (Self and Identity in Social Anxiety Disorder – ResearchGate).

Otra investigación apunta que esta forma de estar centrados constantemente en nosotros mismos, desde una mirada crítica y autoevaluativa, alimenta la ansiedad y refuerza la sensación de estar desconectados de lo que sentimos realmente.

No es nada “grave” ni indica que haya algo roto en nosotros. Es una consecuencia comprensible del miedo a ser juzgados, del esfuerzo continuo por encajar y de la vigilancia constante a la que nos sometemos. Ponerle nombre no es patologizarlo, sino entenderlo. Y desde ahí, empezar a tratarnos con más compasión.

Siguiente: La que se adapta – Lo que mostramos para encajar, lo más superficial pero común.

Referencias

domingo, 12 de octubre de 2025



AISLAMIENTO SOCIAL Y6t AUTOEXCLUSIÓN

AISLAMIENTO Y AUTOEXCLUSIÓN

Evitar situaciones sociales reduce el contacto con los demás.

Excluirse uno mismo intensifica la soledad y desconexión.

Apoyo y pasos pequeños ayudan a romper este patrón. 


Aislamiento social
→ No solo evitas situaciones que generan ansiedad, sino que acabas por reducir tu contacto con los demás. Lo que empieza como una forma de protegerte se convierte en un círculo que te deja más solo y con menos apoyo. A veces no se nota de golpe: dejas de aceptar invitaciones, inventas excusas o simplemente te acostumbras a pasar tiempo solo. Al principio puede parecer un alivio, pero con el tiempo esa distancia hace más difícil retomar las relaciones y refuerza la sensación de desconexión. Además, el aislamiento puede afectar a la autoestima y a la percepción de encajar con los demás. La fobia social no se supera con fuerza de voluntad, pero con apoyo y pasos pequeños se puede empezar a romper este patrón.


Autoexclusión
→ No solo temes enfrentarte a ciertas situaciones sociales, sino que acabas por excluirte tú mismo, a veces sin darte cuenta. Dejas de ir, de estar, empiezas a decir que no a cosas pequeñas y, sin saber cómo, tu mundo se hace diminuto. Incluso cuando deseas estar presente, la ansiedad y el miedo te empujan a alejarte. Esto implica perder momentos, personas y oportunidades: decir que no a una invitación, evitar reuniones de trabajo o familiares, rehusar actividades que antes disfrutabas, o no conectar con personas importantes para ti. La autoexclusión no se cura con fuerza de voluntad, pero se puede empezar a sanar cuando entiendes que no estás rota, sino asustada, y comienzas a dar pasos muy pequeños con apoyo y paciencia.


Otros efectos colaterales de la fobia social → Además de los anteriores, hay muchos otros impactos significativos en la vida:

  • Estudios y formación: Dificultad para estudiar o seguir formaciones.
  • Empleo: Problemas para conseguir y mantener un trabajo.
  • Vida profesional: Limitaciones en oportunidades de desarrollo y promoción.
  • Autoestima profesional: Reducción de la confianza en el ámbito laboral.
  • Autonomía personal: Dependencia de otros y dificultad para tomar decisiones.
  • Proyectos de vida: Limitaciones en planes a largo plazo.
  • Redes de apoyo: Pérdida o ausencia de vínculos significativos.
  • Salud física: Estrés crónico y sus consecuenciajs físicas.
  • Salud mental: Ansiedad persistente, depresión secundaria y fatiga emocional.
  • Oportunidades y reconocimiento: Pérdida de oportunidades y logros personales.
  • Vida social y cultural: Limitación en experiencias culturales, recreativas o educativas.
  • Proyectos profesionales: Dificultad para asumir responsabilidades clave y planificar metas.
  • Estancamiento personal: Sensación de estancamiento en la vida personal y profesional.

*Cada persona puede experimentar otros efectos que van apareciendo con el tiempo, todos importantes y trascendentales.*


Todo esto que he descrito nos lleva a una sensación más profunda: sentir que hay partes de nosotros  que no encajan del todo, como si diferentes versiones de uno mismo quisieran existir al mismo tiempo.

En la próxima entrada exploraré El yo fragmentado para entender mejor cómo se manifiestan estas divisiones internas y cómo afectan nuestro día a día.

Empezaré la sección  explicando que es y su relación con la fobia social y el resto de la sección serán ejemplos

viernes, 10 de octubre de 2025


LA AUSENCIA QUE MARCA: NO TENER PAREJA O AMIGOOS 

Fobia social y ausencia de vínculo

No tener pareja, familia propia o amigos puede ser una consecuencia de la fobia social.

La soledad se siente profunda tanto física como emocionalmente.

Buscar nuevas conexiones requiere un esfuerzo enorme debido a la ansiedad social.

Vivir con fobia social muchas veces significa no tener pareja, familia propia o amigos con quienes compartir. No es una elección; es el resultado de una lucha interna que limita las conexiones más importantes.

Si tienes pareja, es probable que cuentes con un lugar seguro, alguien que te comprende y acompaña. Pero con la familia o los amigos no siempre ocurre lo mismo, y esa falta puede dejar una sensación profunda de soledad. La ausencia de vínculos cercanos dificulta no solo compartir momentos cotidianos, también apoyarse en situaciones difíciles, celebrar logros o sentirse parte de algo.

Esta ausencia no es solo física, sino también emocional: la dificultad para encontrar personas que comprendan sin juzgar aumenta la sensación de estar siempre fuera, observando la vida desde lejos. Reuniones familiares, planes con amigos o incluso conversaciones triviales pueden recordar lo que falta, intensificando el aislamiento.

Una vez en esta situación, sin pareja, hijos o familia cercana, buscar nuevas conexiones resulta muy difícil. No es cuestión de voluntad: la ansiedad social limita las oportunidades y cada paso hacia otros implica un esfuerzo enorme.

Reconocer este dolor permite ver con claridad su impacto y encontrar maneras de manejarlo. Identificar lo que falta y aprender a construir conexiones significativas, aunque sean pocas, puede mejorar cómo se vive la fobia social y cómo se encuentra un espacio propio dentro del mundo social.


Siguientes efectos colaterales: 

Aislamiento social → Retiro de actividades y círculos sociales, limitando la interacción y los vínculos.y Autoexclusión: un efecto colateral especial de la fobia social → Cómo la propia persona contribuye a su aislamiento y cómo empezar a cambiarlo


Día Mundial de la Salud Mental – 10 de octubre de 2025

Compartimos vulnerabilidad, defendamos nuestra salud mental.”

A veces pienso que, si viviera una guerra o un desastre, sería de las primeras en caer. No por falta de fuerza, sino por no saber actuar, por falta de medicación .Vivir con fobia social en un mundo que exige correr, pedir ayuda o imponerse sería como quedar fuera antes de empezar. 

Si ya cuesta sobrevivir en tiempos normales, imagina cuando la supervivencia depende de relacionarte, gritar, coordinarte o confiar en otros. Mientras unos saben organizarse o luchar, yo estaría paralizada 

 La fobia social también es eso: una fragilidad silenciosa que en una catástrofe podría costarte la vida.

Tener que huir entre multitudes, pedir ayuda a desconocidos, confiar en extraños o depender de la improvisación serían mis mayores barreras. Buscar refugio, hablar en un idioma que no domino, gritar cuando hay peligro o tomar decisiones rápidas sin tiempo para pensarlo… todo eso me resultaría casi imposible. En un mundo donde sobrevivir depende de moverte y relacionarte, la fobia social sería una condena silenciosa.
Por suerte este lema no me afecta directamente, a pesar de ser vulnerable, y me solidarizo con quienes lo viven.


El lema de este año, propuesto por la Confederación SALUD MENTAL ESPAÑA, nos recuerda que la vulnerabilidad colectiva no es debilidad.
Guerras, desastres naturales o emergencias nos ponen a prueba a todos, sin distinción.
Defender la salud mental en esos contextos no es un lujo: es una necesidad humana.

Compartir vulnerabilidad no es rendirse, es reconocer que nos necesitamos unos a otros para sostenernos.

 DiaMundialDeLaSaludMental

martes, 7 de octubre de 2025


A Veces me doy cuenta de hasta qué punto dependo de otras personas para cosas que, en teoría, debería poder hacer sola. No es porque no quiera. Es porque muchas veces no puedo. No del todo. Y me he acostumbrado tanto a esa dependencia, que ya no sé si sería capaz de vivir sin ella

Dependencia práctica: necesitas ayuda constante para tareas o decisiones que podrías manejar sola. Por ejemplo: pedir a alguien que organice tu agenda, decida por ti en situaciones sociales, o resuelva problemas cotidianos por miedo a equivocarte.

Dependencia por miedo a actuar: evitas enfrentar situaciones sociales o hacer trámites, llamadas o tareas que generan ansiedad, y terminas dejando que otros lo hagan por ti. Por ejemplo:

  • Hacer una llamada o trámite que da miedo.
  • Acudir a citas o gestiones sociales y dejar que alguien más hable o decida.
  • Enfrentar reuniones, presentaciones o conversaciones incómodas y pedir que otro lo haga en tu lugar.

Esto refuerza la dependencia práctica: se delegan acciones que podrías hacer por ti misma y se mantiene la sensación de incapacidad.

Relación con la fobia social

En personas con fobia social, el miedo al juicio o al rechazo hace especialmente difícil establecer límites. Se puede acabar tolerando relaciones desequilibradas o situaciones que generan malestar por miedo a perder vínculos o a desagradar. Este patrón refuerza la dependencia práctica y provoca agotamiento: las necesidades propias quedan siempre en segundo plano y se acumula frustración y ansiedad.

Aprender a decir “hasta aquí” significa empezar a poner límites claros, asumir responsabilidades propias y reducir la dependencia de los demás. Es un proceso difícil, porque supone enfrentar el miedo al rechazo y la ansiedad que genera romper patrones muy arraigados. Por ejemplo: decir que no a una invitación que no quieres, expresar desacuerdo con alguien cercano o decidir por ti misma sin consultar constantemente.

La fobia social te empuja a evitar situaciones que generan ansiedad, y eso puede incluir desde hablar por teléfono hasta salir a hacer una gestión sencilla. Al principio puedes intentar hacerlo sola, con esfuerzo. Pero cuando ves que alguien de confianza puede ayudarte ,porque lo hace por ti, o contigo, se vuelve muy difícil prescindir de ese apoyo.

Con el tiempo, esa ayuda se convierte en una necesidad, y ahí nace una forma de dependencia práctica. No haces ciertas cosas sola porque no puedes, o porque ya no sabes si podrías. Y eso recorta tu autonomía.

Reflexión final: No es fácil hablar de esto. Porque nos han enseñado que la independencia es señal de fortaleza, y la dependencia, de debilidad. Pero cuando vives con fobia social, la fortaleza a veces consiste en reconocer tus límites y entender que el apoyo no siempre es una cadena. Aunque sí lo puede ser, si ese apoyo sustituye por completo tu capacidad de moverte, de decidir, de ser.

Yo sigo buscando ese equilibrio. Entre agradecer la ayuda y no perderme a mí misma. Entre dejarme cuidar sin convertirme en alguien que ya no se atreve a intentarlo sola.


Siguiente efecto colateral: La ausencia que pesa: no tener pareja, familia propia o amigos cerca → Soledad y falta de vínculos afectivos.

domingo, 5 de octubre de 2025


La vida hipercontrolada: cuando todo debe estar bajo control para sobrevivir


Hipercontrol y fobia social

Vivir bajo control excesivo es agotador y constante.

Ensayar todo protege, pero también aprisiona.

El imprevisto genera miedo, incluso cuando se cree tener todo planeado.


La fobia social lleva muchas veces a vivir bajo un control excesivo. Se planifica cada detalle, se prevén todas las respuestas posibles, se ensayan frases, se anticipan escenarios... Todo para evitar lo que no se puede controlar: el otro, la mirada ajena, la incertidumbre. Pero ese control absoluto agota, y aunque protege, también aprisiona.

Hay personas que viven improvisando. Yo no. Yo lo ensayo todo. Desde lo que voy a decir hasta cómo lo voy a decir. Me preparo para cada posible reacción, para cada imprevisto, como si fuera una guerra. Porque lo imprevisto, para alguien con fobia social, no es solo incómodo: es aterrador.

Necesito tenerlo todo bajo control. Saber por dónde entraré a una sala, con quién estaré, dónde podré sentarme. Repaso mentalmente quién podría hablarme y qué podría responder. A veces practico cómo pedir un café para no titubear ni parecer torpe. A veces no digo nada, porque no tengo preparada la frase correcta. Prefiero el silencio a equivocarme.

Este hipercontrol me da seguridad, sí, pero también me deja agotada. No hay descanso. Vivo en alerta. Y lo más paradójico es que, aunque lo tenga todo previsto, siempre hay algo que se me escapa… y entonces todo se tambalea.

No es perfeccionismo. Es supervivencia. Y aunque me proteja, a veces siento que este control es una jaula más.


Siguiente efecto colateral: Dependencia emocional o práctica → Necesidad de apoyo constante que limita autonomía.


viernes, 3 de octubre de 2025



Dificultad para establecer intimidad 

Conectar de verdad con los demás es difícil cuando la fobia social marca tus límites.

Mostrar quién eres puede sentirse riesgoso y paralizante.

El miedo al juicio puede hacer que te quedes al margen, observando cómo los demás se relacionan con naturalidad.


Una de las cosas más difíciles que me ha traído la fobia social es lo complicado que se me hace conectar de verdad con los demás. No hablo de charlas superficiales ni de decir lo que se espera. Hablo de permitir que alguien me vea tal como soy, sin esconderme.

Por ejemplo, puede pasar que evite invitar a alguien a tomar un café por miedo a no saber de qué hablar; o que no comparta un logro personal con alguien cercano por temor a parecer presumida; incluso que durante una reunión familiar o con amigas me limite a escuchar y asentir, sin atreverme a expresar mis opiniones o sentimientos.

La intimidad emocional se vuelve un terreno lleno de obstáculos cuando sientes que cualquier gesto puede ser malinterpretado, o que si te muestras como eres, no gustarás. A veces me he alejado de personas que quería, simplemente porque me aterraba sentirme expuesta. No es que no quiera acercarme, es que no sé cómo hacerlo sin que el miedo me paralice. Y al final me quedo al margen, observando cómo los demás se relacionan con naturalidad, mientras yo sigo atrapada en mi mundo blindado.


Siguiente efecto colateral: La vida hipercontrolada → Hipercontrol y agotamiento por anticipar y planificar todo.


miércoles, 1 de octubre de 2025



#DiaDeLaFobiaSocialL

LO QUE NO SE CUENTA DE LA FOBIA SOCIAL


No se cuenta que
la fobia social, la mayoría piensa en miedo a hablar en público o en sentir nervios en reuniones.

Pero  hay mucho más detrás que casi nunca se dice.

No se cuenta que la fobia social no se queda en los momentos sociales.

Se mete en tu vida diaria, en cómo tomas decisiones y hasta en lo que dejas de hacer.

No se cuenta que puedes llegar a autoexcluirte sin darte cuenta.

Dejas de proponer planes, de llamar a alguien, de aceptar invitaciones. No porque no quieras, sino porque la ansiedad lo bloquea todo.

No se cuenta que te desgasta en silencio.

Mientras fuera parece que simplemente eres tímida o reservada, por dentro estás en alerta constante.

No se cuenta que la fobia social puede hacerte sentir culpa por lo que no haces.

Culpa por no hablar, por no quedarte, por no estar a la altura. Y esa culpa va sumando.

No se cuenta que no es solo "vergüenza" ni "ser callado".

Es una forma de vivir en tensión, de evitar sin parar, de estar siempre midiendo lo que dices y lo que no.

Por eso, no se cuenta que hablar de fobia social es mucho más de lo que se ve, se dice o se conoce.

No es solo hablar de ansiedad: es hablar también de renuncias invisibles y de cómo te condiciona en cada rincón de tu vida.


Fobia social: cómo entender y afrontar este trastorno

  

#DiaDeLaFobiaSocial

La fobia social, o trastorno de ansiedad social, es un miedo intenso a situaciones en las que puedas ser observado, evaluado o juzgado. No se trata de timidez: afecta la vida diaria, limita las relaciones, reduce oportunidades laborales y hace que incluso actividades cotidianas se vuelvan agotadoras. No se supera con fuerza de voluntad ni con simples consejos.

¿Qué es la fobia social?

La fobia social provoca miedo y ansiedad ante situaciones sociales como hablar en público, interactuar con desconocidos, participar en reuniones o incluso hacer llamadas telefónicas. La anticipación de estas situaciones puede generar malestar físico y mental, afectando la concentración, el sueño y la confianza personal.

Síntomas más comunes

  • Ansiedad intensa en situaciones sociales.
  • Evitar contacto visual o hablar con desconocidos.
  • Preocupación constante por cómo los demás perciben tus palabras o acciones.
  • Síntomas físicos: sudor, temblores, tensión muscular, dificultad para respirar.
  • Pensamientos negativos recurrentes sobre el propio desempeño social.

Consecuencias en la vida diaria

  • Aislamiento social y profesional: evitar reuniones, eventos o oportunidades laborales.
  • Autoestima afectada: sensación de incompetencia o inferioridad.
  • Dificultad para expresar necesidades y marcar límites.
  • Impacto indirecto en la salud física y emocional por estrés constante.

Día de la Fobia Social

Cada 1 de octubre se busca visibilizar la fobia social, reducir el estigma y fomentar la comprensión. Es un momento para compartir información precisa sobre el trastorno y reforzar redes de apoyo. Participar en actividades, charlas o grupos de ayuda permite conocer estrategias prácticas y sentirse acompañado.

Estrategias y tratamiento

  • Terapia cognitivo-conductual (TCC): considerada la más eficaz según estudios clínicos, ayuda a cambiar patrones de pensamiento y comportamiento.
  • Apoyo comunitario: grupos de ayuda mutua como AMTAES ofrecen comprensión y recursos prácticos.
  • Autoaceptación: reconocer y respetar los propios límites sin culpa ni presión.
  • Exposición gradual: enfrentarse poco a poco a situaciones sociales, empezando por las más manejables y aumentando la complejidad de manera controlada.

Recursos y referencias

Guía clínica de ansiedad (copiar y pegar manualmente si no abre)

Conclusión

La fobia social es un trastorno complejo y serio, pero con información, apoyo y estrategias adecuadas es posible manejarla. Reconocerla, entenderla y buscar ayuda, ya sea con profesionales o en comunidades como AMTAES, son pasos fundamentales. Participar en el Día de la Fobia Social refuerza la visibilidad, combate el estigma y conecta a quienes vivimos esta experiencia, recordándonos que no estamos solos.


Porque importa visibilizarlo



#DiaDeLaFobiaSocial

Hoy, 1 de octubre, se conmemora el Día de la Fobia Social. No es una fecha muy conocida, pero tiene un sentido claro: dar visibilidad a un trastorno que afecta a entre un 7% y un 13% de la población en algún momento de su vida. La fobia social no es simple timidez, ni un rasgo de personalidad. Es un trastorno de ansiedad reconocido, que interfiere de forma intensa en la vida diaria.

¿Qué significa vivir con fobia social?

Quien lo vive sabe que no se trata solo de ponerse nervioso en público. Es evitar situaciones que para otros son normales: hablar en una reunión, hacer una llamada, participar en actividades grupales o entrar en sitios con varias personas. Todo eso se convierte en un escenario cargado de miedo y de inseguridad.
La diferencia con la timidez está en el impacto: la timidez incomoda, la fobia social paraliza. Sus consecuencias van más allá del mal rato. Afecta a las relaciones, al estudio, a la autoestima y a la vi8da cotidiana.


Mi experiencia con fobia social

  • Ver que hoy existe un día dedicado a la fobia social me hace sentir que no estoy sola. Es un recordatorio de que lo que vivo tiene nombre, que hay otras personas que lo experimentan y que merece atención. Me da cierta tranquilidad y orgullo pequeño saber que no soy la única que lucha con esto.
  • Una situación que he evitado muchas veces es asistir a actividades sociales fuera de casa, aunque sean con personas conocidas. La idea de tener que hablar, participar o interactuar con varias personas me genera un estrés tan intenso que a veces prefiero no ir. Esa sensación de “no poder” pesa mucho, aunque nadie lo vea.
  • Manejar la contradicción entre querer hablar de la fobia social y la dificultad de exponerse es un ejercicio constante. A veces quiero explicar cómo me siento para ayudar a otros o pedir comprensión, pero la ansiedad me bloquea. Lo que hago es tomar pequeñas decisiones: compartir poco a poco con personas de confianza, escribir mis pensamientos primero y permitirme retirarme cuando siento que es demasiado. Cada paso, por pequeño que sea, cuenta.

Por qué importa visibilizarlo

Tener un día de la fobia social no arregla el problema, pero sí ayuda a ponerlo sobre la mesa. Sirve para recordar que la fobia social no es una manía ni una debilidad. Es un trastorno que merece ser entendido, atendido y respetado.
Hablar de ello también abre la puerta a que más personas busquen ayuda sin sentir vergüenza. La invisibilidad es una de las cosas que más lo alimenta.

Cierre

La fobia social no se elige. No es pereza, ni timidez exagerada. Es un trastorno que condiciona la vida. Hoy, 1 de octubre, es una oportunidad para recordarlo y para romper un poco ese silencio que nos acompaña a tantos. Participar en comunidades como AMTAES refuerza la visibilidad y conecta a quienes vivimos esta experiencia.


 :

La fobia social y las puertas que no se cruzan

Una mirada a las barreras invisibles que nos impiden entrar en el mundo, aunque las puertas parezcan abiertas.

La fobia social te encierra aunque tengas la puerta abierta.

La metáfora de la puerta

Algunas puertas representan la dificultad de salir de casa, el primer paso del día, pesado y lleno de tensión. Otras puertas simbolizan la dificultad de entrar en situaciones sociales, como reuniones, cafeterías o conversaciones, aunque parezcan abiertas desde fuera.

Otras puertas de la vida 

Mirar una reunión o clase desde fuera, con sillas alineadas y personas como siluetas, muestra lo que se siente al no poder entrar.
Un café cercano, lleno de gente, puede parecer un mundo al que cuesta unirse, aunque esté a solo unos pasos.
Incluso una conversación sencilla, con dos sillas frente a frente y un espacio vacío, puede generar tensión si uno se queda observando desde fuera.


Lo que vemos y lo que sentimos

La fobia social puede cerrar puertas que parecen abiertas. No son solo puertas físicas: también son las de la vida cotidiana, que se presentan ante nosotros todos los días. Desde fuera parece fácil cruzarlas, pero desde dentro la fobia social las convierte en muros invisibles.

Día de la Fobia Social

Este 1 de octubre, Día de la Fobia Social, recordamos que detrás de cada puerta hay personas que desean participar y necesitan comprensión. Nombrarlo es el primer paso para empezar a cruzarlas.

#DiaDeLaFobiaSocial

--- 

martes, 30 de septiembre de 2025

Sentir que se ha perdido la vida antes de empezar #DiaDeLaFobiaSocial

 #DíaDeLaFobiaSocial


A veces me despierto con una sensación que no sé muy bien cómo explicar. No es tristeza, no es angustia, tampoco es nostalgia. Es más bien un vacío raro, como si hubiera llegado tarde a mi propia vida. Como si hubiese estado siempre en la sala de espera, escuchando cómo llaman a otros, mientras yo sigo aquí, con el turno en la mano, pero sin atreverme a levantarme.

Me pesa el tiempo. Me pesa lo que no viví. Las oportunidades que no tomé, los caminos que no recorrí, las personas que dejé pasar porque me aterraba acercarme. Es como si todo eso se hubiera ido acumulando dentro de mí, formando una especie de duelo invisible por una vida que no llegué a vivir. Y lo peor es que muchas veces siento que ni siquiera fue mi culpa del todo. Que hubo algo más fuerte que yo, una fuerza que me agarraba del brazo cada vez que intentaba moverme. Algo que me decía: no vas a poder, no es para ti, mejor quédate donde nadie te vea.

La fobia social tiene esa forma sutil de robarte los años. No de golpe, no con dramatismo, sino poco a poco, casi sin que te des cuenta. Un “no voy” hoy, un “mejor no hablo” mañana, un “quizá más adelante” que nunca llega. Y cuando te das cuenta, han pasado los días, los meses, los años. Y sientes que todo lo que debía ser el inicio se ha convertido en final sin haber pasado por el medio.

Es difícil hablar de esto sin que duela. Porque una parte de mí todavía guarda esperanzas, aunque sean pequeñas. Pero otra parte está cansada de intentarlo. Porque el mundo sigue girando como si nada, como si no doliera quedarse atrás. Como si no pasara nada por vivir medio escondida, medio callada, medio ausente.

Pero sí pasa. Pasa dentro. Pasa cada vez que veo una foto antigua y pienso en lo que podría haber sido. Pasa cada vez que alguien me pregunta qué he hecho en los últimos años y me quedo en blanco. Pasa cada vez que me miro al espejo y siento que mi vida es un borrador que nunca se terminó de escribir.

Y aun así, aquí estoy. Escribiendo. Respirando. Quizá no haya empezado la vida como esperaba, quizá no haya vivido todo lo que soñaba, pero sigo aquí. Y mientras siga aquí, existe la posibilidad, aunque pequeña, aunque frágil, de empezar un pedacito hoy. Solo uno. Porque aunque no sea el inicio que quería, quizá aún no sea demasiado tarde para comenzar de alguna forma.