INTRODUCCCIÓN
Llamar por teléfono,
Llamar por teléfono. Esa actividad medieval que algunos siguen practicando como si no hubiera alternativas modernas tipo WhatsApp, señales de humo o hacerse el muerto.
Para alguien con fobia social, coger el móvil para hablar no es “hacer una llamada”, es jugar a la ruleta rusa, pero con palabras. Porque claro, nada como enfrentarte a un tono de espera mientras tu cerebro te grita: “¡Aún puedes colgar y fingir que se te cayó el móvil al váter!”.
Y luego, si contestan… empieza lo peor: hablar.
MONÓLOGO
LLAMAR POR TELÉFONO
¿Llamar por teléfono? La gente lo hace como si nada. Marcan, hablan, cuelgan. Fin. Yo, en cambio, necesito una estrategia militar, tres ensayos y una despedida emocional por si no salgo viva.
Antes de marcar ya estoy sudando. Repaso lo que voy a decir como si fuera a declarar en un juicio. Incluso me preparo frases por si hay preguntas trampa, tipo “¿Quién eres?” o “¿Puedes repetirlo?”. A veces también ensayo excusas por si tengo que colgar de emergencia: “Uy, se me ha caído el gato encima del router” suele funcionar.
Cuando por fin llamo, rezo para que no contesten. Lo ideal sería que salte el buzón de voz, que me permita dejar un mensaje breve y desaparecer para siempre. Pero no, claro. Suena un “¿Dime?” seco, tono “me estás interrumpiendo la vida”. Y ahí me entra el instinto de pedir perdón por existir. Literalmente. “Hola, perdona, soy yo, un ser humano que ha tenido la osadía de molestarte.”
Y si encima es para pedir algo, ya es misión imposible. Tengo que parecer simpática, pero no pelota; clara, pero no robótica; segura, pero no agresiva. Nota: nunca lo consigo. Siempre sueno como alguien que ha aprendido español hace una semana y está leyendo un guion con miedo.
Luego viene ese silencio cuando la otra persona piensa. Para ellos son tres segundos. Para mí, una pausa dramática de esas que preceden a una explosión en las pelis. Me da tiempo a revisar toda mi vida y arrepentirme de haber nacido.
Cuando por fin cuelgo, empieza la autopsia. ¿He dicho algo raro? ¿He sido pasivo-agresiva sin querer? ¿He respirado demasiado fuerte? Y la peor de todas: ¿me habrán notado la voz de “estoy al borde del colapso”? Seguramente sí. Pero bueno, ya está hecho. Ya solo queda esconderme en una cueva y no salir en tres semanas.
Y claro, si lo cuentas, siempre hay alguien que suelta el clásico: “Tampoco era para tanto.” No, claro, para ti. Tú eres de los que llaman para preguntar qué tal el día. Yo llamo solo si se está quemando algo. Y aún así, dudo.
Y cuando por fin respiro... suena el móvil. Otro psicópata sin escrúpulos ha decidido llamarme. A plena luz del día. Sin avisar. Como si eso fuera normal.
Bufff que realidad, yo no tengo fobia social pero he estado con una depresión casi dos años y lo del teléfono.... Aunque me llamarán a mí para preguntar cómo estaba ,(Ya que desaparecí del mundo) veía el nombre de quién me llamaba y era.... Como si fuera una videollamada y me fueran a ver cómo estaba.. sudaba... Incapaz de descolgar... Horrible.
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