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miércoles, 6 de agosto de 2025

Participar en una conversación en grupo: el arte de estar y no estar


INTRODUCCIÓN

Hay quien entra en una conversación de grupo como si fuera una piscina: se lanza, chapotea, nada y hasta hace volteretas. Y luego estamos los demás. Los que nos quedamos en el borde, dudando, con cara de “¿me meto o mejor finjo que estoy interesadísima en este azulejo?”. Hablar en grupo no es solo hablar. Es medir tiempos, ritmos, interrupciones. Es un deporte que se entrena. O se sufre.

Participar en una conversación en grupo: el arte de estar y no estar


Estás en un grupo. Todos hablan, ríen, se interrumpen con la seguridad de quien nació en una sobremesa familiar ruidosa. Comentan algo que tú también has vivido. Y piensas:
"Vale. Este es mi momento. Tengo anécdota. Estoy lista."

Empiezas a preparar la frase:
—Voy a decir que a mí también me pasó. Pero sin parecer intensa. Ni exagerada. Ni como una que lleva ensayándolo desde que llegó. Normal. Natural. Casual. Muy bien.

Y justo cuando vas a abrir la boca...
ZAS. Cambio de tema. Otra vez.

Pero tú ya habías hecho el gesto. Has abierto la boca. Te has inclinado un poco. Y ahora toca fingir que solo ibas a bostezar o que te acabas de acordar de que tienes boca. El clásico “abro-cierro como si nada” de la fobia social. Nivel ninja.

Y mientras haces eso, por dentro estás celebrando una reunión de emergencia contigo misma:
—¿Reformulo? ¿Hablo más alto? ¿Mejor no digo nada nunca más en la vida y aprendo a comunicarme por señales de humo?

Y cuando por fin te decides, ¡milagro! Vuelven al tema.
Tu oportunidad ha resucitado. ¡Ahora o nunca!
Suelta la frase. Sale. ¡Ha salido!

Pero nadie la oye. Porque justo en ese segundo alguien estornuda, o ríe, o tose, o tose mientras ríe estornudando, lo que sea.
Tu frase se va flotando al cielo como un globo de helio sin público.

Y tú ahí, sonriendo como si solo estuvieras estirando los labios por deporte. Mientras piensas:
—Muy bien. Has hecho el ridículo en HD. En Dolby Surround. En versión extendida.

Y lo sabes. Porque ya estás repasando mentalmente la escena como si fueras analista del VAR:
—Has hablado flojo. Has interrumpido. Has tardado. Has fracasado. Y además tu voz ha sonado rara.
(Y eso que solo has dicho cuatro palabras.)

Probablemente nadie se ha dado cuenta. Pero tú ya has escrito tres capítulos de autocrítica y vas por el epílogo.
Y lo peor es que aún estás en el grupo. Aún puedes hablar. Pero ya has usado toda tu energía social intentando decir una frase.
Queda claro: hablar en grupo no es improvisación. Es estrategia militar.

Resumen:
Participar en una conversación en grupo cuando tienes fobia social es como intentar subirte a un tren en marcha. O lo pillas a la primera, o te quedas en el andén fingiendo que no ibas a cogerlo.


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